Infiltrados: Dos

Dos:

Cuando la puerta se cerró tras ellos, el gato les fue a saludar y se dejaron caer en el sofá, se dieron cuenta que no habían cruzado palabras desde que salieron de la oficina. Y era algo raro. Por mucho que fueran agentes especiales, amigos de toda la vida y pareja, entre ellos las charlas largas sin ningún significado eran obligatorias, y más si había algo que decir. Por eso, que el silencio gobernara en aquel salón tan cálido era signo de que algo iba mal. Y ninguno de los dos tenía que ser muy listo para adivinar el motivo. Maeva debía ir a una misión peligrosa y Killian debía prepararle. ¿Qué clase de broma era esa? Él se levantó molestó y comenzó a lanzar las sillas y cojines al suelo. De sus labios gruesos no salió ningún comentario, pero todo su porte vikingo dejaba claro que no se le podía interrumpir. Necesitaba sacar su furia de alguna forma y por mucho que algún amigo le dijera que las esposas estaban para detener su enojo, él no quería cargar su enfado sobre ella, después de todo tampoco tenía la culpa. A decir verdad ninguno tenía la culpa de aquello, más bien la estúpida norma del gabinete policial. Ellos tenían la culpa, pero tampoco podían morderle la mano a quien les daba de comer. Frustrado se llevó la mano a la cabeza, intentando controlar los gruñidos salvajes y las ganas de encerrar a su mujer en una habitación y no dejarla salir nunca más. Por su parte Maeve observaba el alarde de control y masculinidad de su marido. Era un dios. Con esa camisa que se le ajustaba al pecho, marcando cuadrito a cuadrito de sus músculos, aquellos vaqueros negros que dejaban poco a la imaginación sobre su turgente trasero. Se tuvo que recordar que estaba molesta, pero cuando él posó sus ojos preocupados supo que todos los sentimientos negativos podrían esperar para otro momento. Sonrió y saltó del sofá para entrelazar sus brazos sobre el cuello de él y besarlo hasta que se olvidara incluso de su nombre.


La cadente respiración de Killian la adormecía, su mano grande y cálida le acariciaba la espalda distraídamente mientras sentía como sus labios se depositaban en su cabello con dulzura y veneración. No había hombre en el planeta que pudiera trasmitir tantos sentimientos en contra como él. Era un hombre demasiado grande, demasiado imponente y bruto, pero cada palabra, mirada o gesto embriagaba de dulzura. Podía hacer una lista eterna de motivos porque lo amaba, pero sabía que ninguna le ayudaría a salir del lío que estaba metida. Era un agente, tenía que cumplir su deber y su marido protector lo sabía, por eso después de haber hecho el amor como salvajes le había prometido que encontraría la manera de salvarla. Ella rió al escuchar eso. Su adorado celta ya quería salvarla mucho antes de que se pusiera en peligro, aunque era algo obvio. ¿Qué mujer por propia voluntad se vendería a una asociación de trata de blancas?¿Quién? Nadie.

Nunca se había sentido muy a gusto con la ropa ajustada y mucho menos con la corta, por eso tener que enfundarse que aquella mínima falda de cuero negro y ponerse aquel top ajustado le causaba un rechazo absoluto. Y no era porque tuviera complejo de su cuerpo, más bien amaba su constitución más ancha que pequeña, pero tan sólo quería exponerse ante los ojos de su marido, pero claro estaba en una misión. Suspiró frustrada se quitó sus braguitas cómodas color carne para sustituirlas por un tanga rojo pasión. Dejó el sujetador sport en la silla y se tapó su generoso pecho con el top. Al sentirlo sobre su piel gimió. Se sentía tan comprimida como una salchicha. No fue hasta que se colocó la falda en sus caderas, se soltó la melena y subió a los tacones cuando se dignó a mirarse al espejo. Estaba preciosa. Violable como le gustaba decir a Killian. Coqueteó con su reflejo de forma descarada intentando buscar alguna personalidad estúpida y vacía que debían tener esas mujeres. Simplemente no podía imaginarse como una mujer con recursos y cultura podía meterse en aquello, por muy mal que estuviera en su país denigrarse de aquella forma era un insulto incluso a la misma humanidad. Aunque obviamente ellas no tenían la culpa de ser idiotas. Se pintó los labios de un color rosa palo y se tapó las ojeras con unos polvos. Podía hacer que sus ojos fueran más grandes, pero sabía que no se fijarían en su cara precisamente, no con aquellas ropas que era un claro canto a la seducción violenta y salvaje. Antes de salir del vestuario del despacho deseó que nadie de su equipo estuviera esperando fuera, sabía simplemente por instinto, que Killian partiría la cara a cualquiera que posara un ojo sobre ella. Y no iba errada. Al salir todos sus compañeros se giraron al verla y él comenzó a enviar miradas envenenadas, aunque obviamente ninguno se dio cuenta. ¿Como iban a notar el odio con una presa como ella delante? Hacía mucho tiempo que había aceptado que los hombres eran animales sexuales, así que no le ofendía que sus mismos amigos sufrieran una dolorosa erección al verla.

- Estoy lista.- le informó a Mael y luego miró a su marido.- Animo.- dijo sin voz. Él gruño y cerró los puños a cada lado de su cuerpo.

- Supongo que Killian te explicó como irá todo ¿no?- comentó mientras cogía a Maeve del codo y la alejaba de las miradas famélicas de sus compañeros.

- Con todo lujo de detalles.- admitió y alabó deseando que el ego masculino de su pareja se alegrara, pero él seguía molesto y envarado como un animal al ataque.

Antes de que se subiera el coche Mael le explicó con detalle lo que iba a pasar a partir de ese momento. Le informó que dentro de su maleta tenía un equipo completo te espionaje, además de una pistola y un spray de pimienta. Ante eso último ella se rió por lo inofensivo que parecía ante todas las armas que le acompañaban. Sin retrasar más la marcha de su auto le deseó suerte y juró que cuando todo eso acabara no tendría ningún reparo en informar él mismo de que ella y Killian tenían una relación. Ambos se miraron y desearon suerte.

La urbanización estaba a oscuras, el suelo mojado y las luces de los edificios le daban un aspecto aún más tétrico del que era. Maeve estaba apoyada en la pared, con su micrófono entre las tetas y el auricular conectado al oído. Desde ahí salía la voz masculina y gutural de su marido, que le explicaba pausadamente que debía hacer cuando se acercara algún cliente. Ante ese comentario se sintió ofendida. Sabía perfectamente como seducir a un hombre, bien lo había hecho con él. Quiso hacer un mohín y apagar el equipamiento, pero sabía que ella era la baza definitiva para liberar a cientos de mujeres que estaban siendo explotadas sexualmente.
Era una red que utilizaba los sueños de las jóvenes ignorantes para atraparlas, les hacían convertirse en estrellas durante una semana y luego comenzaban a caerle las deudas de aquello. Sabían por fuentes que estaban dentro del meollo que el cabecilla era un productor de televisión, por eso las mujeres podía salir en pantalla o en radio cuando a ellos les apeteciera. Ya se había expandido el rumor entre las más jóvenes de que simplemente había que contactar con un número para convertirse en estrellas y ya habían más de diez adolescentes desaparecidas. No tenía dudas de que cuando la encontraran la llevarían hasta el mismo capo. Aunque ella llegara por la prostitución sabía que el cabecilla no sólo controlaba la trata, sino también la red de prostitución de la zona. Era un hombre poderoso, con suficiente dinero para callar a quien fuera necesario, por eso, necesitaba a algún agente que se metiera dentro del mismo banco, ser ella quien sufriera todo para poder acusarlo y así enviarlo a la cárcel. Pero para poder hacer eso, no debía apagar el pinganillo por muy herida que se sintiera por las palabras petulantes de su marido. Bufó molesta y se dispuso a hacer sus poses guarras para llamar la atención, pero no hizo falta... un coche negro y con cristales tintados se detuvo delante de ella. Ya habían picado el anzuelo.

Comentarios

  1. No sé porqué no había visto que ya estaba el capítulo subido DDD: y eso que me fijo en el bloque de los blogs que actualizan a diario T^T

    Me ha fascinado, he adorado la actitud de 'te voy a partir la cara' de Kilian. Amo a este hombre <33

    Estaré ansiosa esperando el próximo.

    ¡Cuidate!

    Bye!

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    Respuestas
    1. No te preocupes, a veces pasa y como aquí actualizo cuando me da. Me alegra que te haya gustado, si... a mi también Killian me pone malita malita. Ya verás más adelante. Me alegra que te guste.
      Saludos y besitos

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