Perdón: Seis (Final)

Seis:

La ceremonia comenzó cuando ya no podía más. Se había mantenido oculta detrás del escenario, saltando cada vez que oía su nombre o lo veía acercarse. Tenía el corazón constantemente acelerado, la respiración entrecortada y los ojos llenos de lágrimas. Más de una vez tuvo que ir al baño para retocarse el maquillaje y practicar caras en el espejo. Debía aprender a ponerse la máscara de pocker, como cuando murieron sus padres. Tenía que poner su mejor cara y fingir una alegría que no sentía. La habían contratado para cantar canciones de amor a una persona que no respetaba el juramento de esa palabra. Nunca le había gustado mentir y celebrar algo de lo que no creía, pero había encontrado el beneficio en ese momento: dinero y publicidad. Sonrió a la chica triste del espejo y se preparó para hacer llorar a la novia y a todas las mujeres de la fiesta. Y quizás, incluso ella misma terminaría empapando sus mejillas pero de lágrimas diferentes.
 Encima del escenario todo se veía desde una perspectiva diferente. Podía contemplar al público reaccionando hacia su voz, sus movimientos e incluso al maravilloso vestido que los Bomer habían tenido el detalle de enviarle. No se sentía del todo cómoda, no sólo por el hecho de sentirse en deuda con esa familia, sino también por tener que contemplar como la esposa de Nicholas le susurraba cosas al oído, mientras cogía su mano con ternura y él reía sus comentarios. Más de una vez estuvo tentada en dejar de cantar y marcharse, pero sólo le quedaban dos canciones y su pesadilla había acabado. Tan sólo diez minutos y podría irse a lamer las heridas.

La música cesó, la última canción llegó a su final. Una ola de aplausos y halagos llenó el recinto. Por unos minutos se alegró de haber cantado. El placer de los aplausos siempre era un buen remedio para los males. Espero con una sonrisa a que todos acabaran y se dispuso a salir del escenario cuando comenzaron a pedir un bis. Ella miró horrorizada a Sarah, que tan sólo sonreía con suficiencia y le pedía que siguiera cantando. Se mordió el labio y buscó en su cerebro alguna canción que pudiera cantar, pero todas las románticas de su repertorio ya habían sido recitadas,por lo que debía improvisar. Se acercó a un músico, cogió una guitarra y comenzó a cantar.

Nunca le habían gustado especialmente las canciones españolas, pero esa le capturó el corazón. Tan sólo la escuchó una vez y sencillamente se la aprendió de memoria. Hablaba de amor, de tristeza, de sentimientos encontrados y lo que significaba entregarle todo a una persona, sin saber si ésta podía aceptar esa carga. Pedía perdón, por haberle dado todo a Nicholas. Se lamentó haber confiado su alma, su futuro en una persona que estaba destinada a otra. La letra salió sola de sus labios, con tal sentimientos que cuando no tenía los ojos cerrados, podía observar el rostro consternado del público. Intento seguir cantando aún cuando un nudo se le formaba en la garganta, incluso cuando las lágrimas brotaban de sus ojos. Cantó aún cuando la voz le salió rota y no paró, hasta que la melodía terminó. No espero a los aplausos, no se despidió tan sólo salió corriendo del escenario y se alejó corriendo sintiendo que el vestido le comprimía el pecho. Jadeó y gimió hasta llegar al parking. Se aovilló en una esquina y explotó a llorar. En el funeral de sus padres había llorado, pero no se permitió caer en depresión, pero en ese momento fue como si toda la tristeza de su vida hubiera caído sobre sus hombros, haciendo que sacara todo lo que llevaba dentro. No le importó hacer ruido y que un chofer se acercara preocupado. Tampoco pensó en las consecuencias de su acto, simplemente corrió. Huyó sin mirar atrás.

Al salir corriendo no miró atrás, así que no sabía si Nicholas había corrido atrás de ella. Una parte ilusa de su cerebro pensó que lo haría, pero debajo de sus llantos no escuchó ningún paso. Estaba sola. Lloró un poco más hasta que le dolió la garganta, se levantó dejando el vestido sucio y se dirigió a la puerta, donde un guardia la miró sorprendido. Ella no dijo nada, tan sólo paso por debajo de la barrera y comenzó a caminar por la carretera. Los coches pasaban al lado suyo, más de una vez escuchó algún comentario pero no le importó. Sólo quería alejarse, no deseaba escuchar el murmullo de la fiesta y mucho menos quería volver a tener esperanzas. Las esperanzas mataban.

Llevaba tanto tiempo caminando que prácticamente perdió la noción del tiempo, cuando levantó la cabeza el cielo estaba oscuro, manchado con pequeñas estrellas y la ciudad se veía a lo lejos. Quiso correr para llegar pronto, pero las piernas le dolían y no sentía los pies. Pensó durante un minuto en hacer autostop, pero en una carretera a oscuras un sábado por la noche, no era algo muy lógico, por lo que siguió caminando. A lo lejos escuchó un motor, luego como éste se paraba y alguien bajaba del coche. Quiso pensar que sería alguna buena persona, por lo que se paró y al girarse para ver quien era lo lamento...

- ¿Qué haces aquí?- preguntó desconcertada al ver a Nicholas, llevaba la corbata medio desecha, el cabello desordenado y la mejilla más roja de lo normal.

- Buscarte.- sin más la cogió en brazos, la metió en el coche y regreso por sus propios pasos.

No dijo nada durante el trayecto, aunque no sabía exactamente que decir. Estaba con los brazos cruzados, el ceño fruncido y mirando a la ventana como una niña molesta. En cierto modo, estaba intentando luchar contra la ola de felicidad y emoción. Había pensado que quizás la había buscado para quedarse con ella, pero a medida que iba pasando el tiempo simplemente aceptó que la buscaba para pegarle la bronca por haber incumplido un contrato. Suspiró frustrada.

Al llegar al jardín, todo estaba recogido y no había nadie trabajando. Con las manos cogidas pasearon por todo el lugar y en silencio, hasta que entraron al interior de la casa y buscaron a Sarah, que sentada comodamente en el sofá esperándolos. No hizo falta que Nicholas dijera nada, pues tan solo verlos ella se levantó, camino hasta ellos y abrazó a Emily. Al principio no supo que hacer, pero ante tal muestra de afecto sólo pudo responder. No quiso llorar, pero cuando la mujer le susurró “perdón”, simplemente no pudo controlarse. En silencio y abrazada por Sarah, se dejó consolar, olvidó por un momento todo lo que había pasado y tan sólo disfrutó de aquel gesto tan maternal que hacía años que no vivía.

Cuando se despertó reparó que no se encontraba en su casa, tampoco en un hotel y mucho menos tirada por el arcén de una autopista. Estaba acostada en una hermosa cama matrimonial, esta con un edredón azul y grandes almohadas. La habitación era espaciosa, adornada con gusto y con un ligero toque femenino. Se levantó algo aturdida y salió para llegar a un pasillo largo y al final a un salón, ahí habían dos sofás donde sentado leyendo el periódico se encontraba Nicholas. Al verla se levantó, le ofreció la mano y le sentó a su lado. No pudo decir nada, porque aún se sentía algo aturdida. No sabía que esperar, por lo que se quedó callada.

- Ayer te desmayaste antes de que pudiera decirte nada.- explicó mientras le tendía una taza de café.- Bebe. Tenías fiebre... ¿Por qué no dijiste que estabas enferma?

Al escuchar eso recordó vagamente que mientras caminaba comenzaba a sentirse algo mal, pero lo asumió al momento tan amargo que paso. Estuvo apunto de pedir perdón por lo ocurrido cuando se fijó que Nicholas no tenía ninguna alianza en el dedo. Se quedó mirando descaradamente hasta que él le miró y le mostró la mano.

La promesa que pronunció en silencio aquel día valía mucho más que todas las que había dicho en voz alta. Era verdad que había jurado olvidarle, pero él estaba ahí delante de ella, con la mano desnuda y un moratón en la mejilla. Se había enfrentado a la crítica social, la había parado y algo le decía que también Sarah sabía algo sobre todo lo que habían pasado, por eso la abrazó, por eso le pidió perdón. Intentó no llorar cuando él se acercó y le besó en los labios, le abrazó y pidió perdón una y otra vez. Los dos eran conscientes que faltaría tiempo para poder regresar a lo que tenían, pero algo les decía que eso, tan sólo haría que su relación futura fuera mucho mejor.

El bar estaba lleno de vida, aunque a ella eso poco le importaba. Estaba encerrada en su camerino, preparándose para una actuación más, pero ese día todo iba a ser diferente, porque no se subiría al escenario sola. Ya nunca más estaría sola. Salió de la habitación y sonrió al atractivo hombre de ojos claros que afinaba su guitarra, ambos se quedaron mirando y antes de que ella lo perdiera de vista él susurró una vez más “perdóname”. Como había hecho durante los últimos dos años de relación y seguiría haciendo eternamente.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Come Back!

Buscando al hombre perfecto. Cap.1

La Enfermedad del "Amor"