Perversión: Capítulo 1

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En Proceso
Si quieres ponerla en alguna página
¡Adelante! Pero por favor, da créditos.
Éste será un proyecto conjunto entre Mia y una servidora, espero que lo disfruten tanto como nosotras al escribirlo.





Perversión

Capítulo 1:

Era una noche fría, el cielo estaba oculto tras unas espesas y negras nubes, el viento soplaba con fuerza deshojando a los árboles del paseo y avisándole en su discreto susurro, que debía volver a casa. Ese no era el día correcto para hacer lo incorrecto. Ella lo sabía, pero aún así se cubrió el cabello con una gorra y salió al temporal.

El parque estaba en silencio, las hojas se movían en el suelo haciendo que la quietud fuera aún más inquietante. Miró con discreción el reloj y cerró los ojos deseando que apareciera. No estaba segura si había leído el mensaje. Maldijo su retrogrado pensamiento de no utilizar los móviles modernos. ¿Qué le había visto a ese hombre? No sólo se estaba jugando su corazón, sino también su licencia y credenciales, pero ahí estaba. Un martes por la noche, vestidas con sus mejores galas y tapada con el abrigo más discreto que tenía. Quería seducirle, quería hacerle perder la razón y que tan sólo pudiera verla a ella. Necesitaba que esa noche él fuera suyo, aunque con un nudo en el pecho, sabía que eso jamás sería posible. Nadie había logrado dominar aquel apuesto Doctor, nadie había hecho que su sonrisa petulante y ojos grises se oscurecieran por el dolor, pero una parte de ella, sabía que podría lograr algo, creía que sería capaz de oscurecer esa mirada con deseo, hacer que su porte elegante y sonrisa traviesa tan sólo fuera estimulada por ella. Iba a seducir al hombre inseducible, y no era así porque él no quisiera o por pretendientes dispuestas a ir sin bragas al hospital. Sino por que en la mano izquierda del doctor, había un anillo plateado, haciendo que cualquier intención perversa se alejara de las mentes del pueblo femenino. Pero ella ahí estaba...

El reloj de su muñeca marcaba las tres de la mañana. Una leve lluvia comenzaba a caer, sentía que se le helaban los hombros y que los pies comenzaban a perder sensibilidad. No dudaba que sus labios estuvieran azulados y que sus manos hubieran adquirido un color rojo carmín. Nunca le había gustado eso de su cuerpo. A pesar de haber nacido en pleno campo y crecer corriendo entre gallinas, su piel era tan blanca y sensible como una princesa. Un simple roce podría provocarle el más feo de los cardenales. Jamás se desvestía delante de alguien, precisamente por eso a sus veinticinco años, tenía una lista de amantes muy escasa. Pero él, con su voz grave y aterciopelada había logrado desnudar su alma y ver hermoso su cuerpo. Ese hombre había logrado romper los complejos, y quizás por eso y más estaba ahí, esperándole y dispuesta a entregarse una vez más a él.

Unas pisadas la apartaron de su ensoñación, buscó con la mirada hasta encontrarse con él. Sus ojos grises la miraban, sus manos estaban ocultas en su gabardina negra y sus labios, ocultaban una traviesa sonrisa. Cuando se encontraron en silencio él le ofreció la mano. Siempre hacía lo mismo, y ella podía rechazarlo... más bien, debía hacerlo pero ¿Lo haría?

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