Traición: Capítulo 3
Capítulo
3:
Len
nunca había sido un hombre serio. Ni cuando era un niño pequeño.
Jamás se le veía con rostro amargado o gritar, incluso cuando algo
le molestaba, solía poner una extraña mueca que con el tiempo ella
logró reconocer. Por eso, tenerlo sentado con esa expresión le
alertó de que algo no iba bien. Dejó su bolso en la mesa, junto a
la chaqueta y se sentó a su lado. En otro momento, le hubiera cogido
la mano, pero aquello no presagiaba nada bueno, y las muestras de
cariño no lo harían más llevadero. Así que sentada a su lado, con
las manos cogidas sobre su regazo espero a que él hablara. Porque
después de todo él era quien tenía el problema.
-
Tengo que irme a la península por unos días.- informó aún con
seriedad. Ella esperó.- Estaré fuera de casa unos cinco días. -
Ella siguió esperando.- Y en ese tiempo, me gustaría pensar en
algunas cosas.
“Algunas
cosas” repitió en su cerebro.
Las mujeres se hacen las tontas, para a veces facilitar las cosas,
pero esas palabras iban más allá de lo que significaban. Y eso lo
sabía tanto él como ella.
Rin
se cogió con más fuerza las manos, buscando algo para llenar el
incómodo silencio que se había formado ese momento. Muchas ideas
salieron de su cabeza, pero la mayoría eran absurdas. En cierto modo
Len le estaba pidiendo el divorcio y por muy enamorada que estuviera
de él, sería absurdo negárselo. Él sabía que ella jamás se lo
negaría, o por lo menos eso pensaba.
Un
silencio más apareció hasta que decidió que si uno debía ser el
maduro, tendría que ser ella. Suspiró y sonrió como pudo.
-
Está bien. Esfuérzate ¿vale?- aún con la sonrisa en los labios se
levantó del sofá, cogió sus cosas y huyó con mucha dignidad a la
habitación.
Por
primera vez en años, maldijo que las paredes fueran de papel. No
podía llorar, porque estaba plenamente segura que Len era lo que
esperaba, por lo que, arregló sus cosas, entró al baño y encendió
el agua. El ruido de la ducha no era lo suficiente fuerte para
aplacar el drama que iba a tener, por lo que agarró sus altavoces
portátiles, enganchó el móvil y puso la música más ruidosa que
tenía. Cuando las paredes vibraban al son de la música, se
desvistió y entró en la ducha. No supo en que momento comenzó a
llorar y tampoco descubrió que era lo que la tenía más mojada, si
las lágrimas o el agua.
No
despidió a Len en el aeropuerto. Tampoco aviso a nadie de que se
iba, pero la voz maliciosa de su mente le susurraba con cierto
interés que podría ser que alguien lo supiera. Incluso mucho antes
que ella. Movió la cabeza para apagar la voz, se vistió y arregló
su cara deprimente para poder comenzar un día con buen pie. Aunque
estaba prácticamente convencida de que eso sería imposible.
Los
tres primeros días se los pasó llorando en el hombro de Luka. No
sabía por que, pero no tenía ganas de ver a Miku, después de que
ella le llamara pocas horas después de que Len se fuera y le pidiera
para ir a tomar algo. Esa tarde había sido la más incómoda de su
vida. La hipocrecia no era algo que iba con ella, pero esa vez se
hicieron tan íntimas que pensó en adaptar una segunda personalidad
cuando estuviera con Miku.
Lloró
y lloró durante varias horas, hasta que Luka le pidió un poco de
clemencia. Tenía el hombro dormido, mojado y ya no tenía más
clinex en la oficina. Aún con las velas de moco en la nariz le
agradeció la paciencia a su amiga, a la que ella decía “
No es nada, no es nada”. En
ese momento, cuando el rostro de Luka parecía incómoda, debió
notar algo. Alguna alarma de su cerebro se debía encender, pero
estaba demasiado dolida para prestar atención a otra cosa que no
fuera su corazón roto.
-
Si te pide el divorcio, pues… idiota es él.- murmuró Luka
mientras le acariciaba la cabeza.- Tú no has hecho nada malo.- le
aseguró convencida.
-
Pero, ¿algo habré hecho mal?¿No?- preguntó triste.- Si no, ¿por
qué quiere divorciarse?
Durante
un segundo ninguna dijo nada, pero pronto Luka suspiró, le cogió de
los hombros y la hizo mirarla.
-
Quizás no te lo pide ¿no?- habló esperanzada, como si ella las
necesitara más que Rin.
-
Luka, aprecio tu intento pero no soy tonta.
Al
terminar el trabajo, Luka se autoinvitó a dormir en la casa, por lo
que esa noche fue un conjunto de clinex usados, cubos de helado y
películas románticas. A las tres de la mañana, las dos más
borrachas de sueño que otra cosa, cantaban Come What May de Moulin
Rouge antes de quedarse dormidas en el sofá.
El
cuarto día recibió un mensaje al móvil que ponía “Volveré hoy
a las 12 de la noche. No vengas a buscarme.” Aunque las palabras
eran muy claras tuvo que leerlo unas seis veces para comprenderlo.
Len volvía antes y no quería que fuera a buscarlo. No hacía falta
ser muy inteligente para saber que su matrimonio estaba acabado, por
lo que con resignación cerró la llamada y se concentró en su
trabajo.
Esa
noche no durmió. Aún a sabiendas que Len no pasaría la noche en
casa, tenía la esperanza que volvería y le dijera lo muy idiota que
había sido y se disculpara haciéndole el amor de una forma
exagerada y amorosa. Cuando el despertador sonó a las siete, el otro
lado de la cama seguía vacío.
Llamó
al trabajo e informó que ese día no iría.
Antes de que hicieran las típicas preguntas colgó y esperó
pacientemente a que Len la
llamara. A las once había quedado con él, en una cafetería no muy
lejos de su apartamento.
-
¿Como fue el viaje?- preguntó ella cuando le besó en la mejilla.
-
Bien. Gracias.- el camarero apareció y tomó cuenta. Rin le miró
agradecida al notar que el hombre estaba intentando alargar su marcha
al notar la tensión.- ¿Necesita algo más?- cortó Len algo molesto
al camarero, éste se disculpó y huyó.
Al
quedarse solos sabía que ya no había vuelta a atrás. Buscó su
bolso y cogió un sobre marrón, con los papeles más tristes que
jamás había pedido.
-
Eres muy buena persona Rin, pero no combinamos ¿sabes?- habló Len
con voz ahogada y triste.- Te quiero, y deseo que podamos ser amigos.
Una
de las cosas que creía solemnemente
era que una pareja después de romper, jamás podría ser amigos, así
que esa petición era absurda. Incluso para Len. Él siguió
hablando, diciendo las cualidades que tenía, pero lo muy diferente
que eran y lo feliz que serían con otras personas. O algo así, no
estuvo segura porque su cerebro se desconecto. El camarero llegó,
dejó sus pedidos y se marcho. En silencio y dejando que él siguiera
hablando se bebió de un trago el café. Se quemó la lengua pero no
emitió ningún sonido. Miró a Len que seguía hablando y decidió
que había escuchado suficiente. Sacó el sobre marrón y lo colocó
en la mesa. Dejó el dinero justo de su café en la mesa y se
levantó.
-
Firma y llévalo con mi abogado. ¿A que dirección he de enviarte
las cosas?- preguntó con toda la frialdad que pudo.
-
¿Qué? Yo no quiero mudarme.- dijo aturdido.
-
Pero lo vas a hacer.- sentenció marchándose dignamente.
Al
llegar a su casa se dio todo el día para llorar. Apago el teléfono
y antes de apagar su móvil llamó al cerrajero, le pidió que
cambiara la cerradura y cuando supo que nadie la podría contactar se
tiró en el suelo de la sala a llorar.
En
algún momento se quedó dormida, por lo que cuando se levantó del
suelo y vio todo oscuro, comprendió que su reclusión debía
terminar. Enchufó nuevamente el teléfono y por último el móvil,
en la pantalla habían más de cien llamadas y justamente cincuenta
eran de Len y las otras de Miku.
Quizás
ese fue otro momento que le debió decir algo, pero todavía seguía
creyendo en su amiga y en su ex marido.
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