Perche ti amo: Capítulo 4
Capítulo
4:
Llevaba
rato bajo la lluvia, no sentía los dedos de los pies y las manos se
le comenzaban a poner de un color azulado preocupante. A pesar de que
estaba caminando por una zona puramente comercial, no se colocaba
debajo de los toldos y tampoco huía de la tempestad que caía sobre
ella. Tan sólo quería mojarse e intentar olvidar la sensación de
agobia que le cubría el pecho. Si alguien le preguntaba, no estaba
del todo segura de que iba a contestar, porque no sabía el por qué
de sus carrera. Cuando se había querido dar cuenta estaba lejos de
su casa, con el pijama ceñido por su cuerpos y el cabello chorreando
por su espalda. Podía haber vuelto a su casa, pero la idea de
escuchar la discusión de sus padres se le atoraba como imposible, y
la posibilidad de llamar a Ino o Sakura le parecía absurda. Por muy
amigas que fueran, siempre le preguntaba el motivo de su huida y en
ese preciso momento no quería aceptar el motivo real. Porque después
de detenerse delante de un edificio lujoso, de paredes grises y
grandes cristaleras comprendió el por qué de todo.
- ¿No quiere entrar?- escuchó la voz cansada y anciana del conserje, que le abría la puerta con amabilidad y la miraba con sus ojos sabios.
Dudo
un poco pero el frío ya comenzaba a calarse entre sus huesos, por lo
que asintió sin decir palabras y entró al cálido recibidor. El
anciano algo azorado corrió al interior de una habitación y sacó
una toalla gris, se la entregó y le invitó a sentarse. Al igual que
antes aceptó la ayuda y tomo asiento cerca del hombre. Éste no
hacía ninguna pregunta, tampoco la miraba ansioso por saber y
tampoco, parecía que con su silencio la estuviera juzgando. Una
parte de su cerebro pensó que quizás, estaba acostumbrado a la
aparición de mujeres tristes en el portón de la finca. Suspiró
triste y se sintió más patética que antes. Algo que parecía
imposible.
- Hiruzen...- logró decir con la voz ahogada.
- Dime pequeña.- contesto él con una sonrisa.
- ¿Suele traer a muchas mujeres a casa?
Al
igual que muchas veces en su vida, temía la respuesta y sobre todo
su reacción. Nunca se había considerado muy valiente, precisamente
por eso jamás se había enfrentado a sus padres para que pidieran el
divorcio, o plantado cara a sus problemas en general. Así que si
Hiruzen contestaba “un par” no estaba segura como iba a
reaccionar, y sobre todo si su corazón lo aguantaría. Levantó la
cabeza de sus manos parar mirar al hombre y ver en su expresión la
respuesta.
- ¿Tanto te importa?
La
figura alta de Itachi estaba delante de ella, tenía todo el traje
negro empapado y su cabello siempre recogido en una coleta, suelto y
mojado alrededor de su cuello. A pesar de que todo su cuerpo femenino
reaccionó ante él, no se movió ni un pelo. Tan sólo le miró sin
saber que responder. Antes de que pudiera hacerlo, él se acercó y
le cogió de la mano y la arrastró hasta el interior del ascensor.
Aún con las manos cogidas esperaron en silencio hasta que
aparecieron en el interior del apartamento. Todo seguía como lo
recordaba, nada había cambiado, pero cuando la dejó sola en su
habitación y con sus pensamientos, notó que ya nada era igual que
ese primer día.
A
pesar que se había jurado no llorar, no pudo evitar que unas grandes
lágrimas calientes salieran de sus ojos una tras otra. Cerró los
labios para acallar los gemidos, pero cuando por fin tan sólo pudo
escuchar el murmullo de la lluvia, Itachi ya estaba con ella,
abrazándola y pidiéndole en voz ronca que no llorara. Sus palabras
causaron el efecto contrario, así que poco a poco la voz de Hinata
se fue quebrando hasta romper a llorar tan fuerte como cuando era un
bebé.
Abrió
los ojos algo aturdida y se encontró acostada en la cama de él,
tapada hasta el cuello y con una camisa negra. Comprobó azorada a
ver si aún llevaba las bragas, al verlas colocadas puramente en su
lugar respiró tranquila. Por primera vez en mucho tiempo, no tuvo la
sensación de frustración que siempre tenía. A pesar de que todo su
ser se moría de ganas de acostarse con Itachi, una parte de su
cerebro quería que si todo pasara, fuera algo más que un polvo de
una noche. Toda ella quería ser algo más, pero sabía que mientras
tuviera la sensación de no ser la única, la telita que cubría su
sexo seguiría ahí. No sólo por ella, sino por él, que parecía
horriblemente celoso de mantener su virginidad y pureza intacta.
Se
levantó de la cama y caminó en silencio por los pasillos oscuros,
al llegar a la sala pudo contemplar como el adonis de sus sueños,
estaba sentado en una butaca mirando como la lluvia caía y fumando
un cigarro, aunque éste parecía haberse consumido por la misma
llama y no por sus labios. Al poner un pie en el salón rompió el
hilo del pensamiento de él, por lo que giró la cabeza para mirarla.
Una simple sonrisa hizo que tuviera valor para acercarse y con su
invitación sentarse sobre sus piernas. Itachi le acarició debajo de
los ojos, la mejilla y los labios, para luego besar cada lugar donde
su índice había tocado. Por cada lado que su dedo tocaba, sentía
que la piel le ardía y cuando posaba sus labios, sentía un alivio
instantáneo. Suspiró cuando le besó en la frente y sonrió.
- Puedes venir aquí siempre que quieras.- dijo sin apartar su mirada de sus ojos. Ella abrió los labios pero no dijo nada.- Por favor, no hables más de las otras amantes ¿vale?
Aunque
tenía ganas de discutir tan sólo asintió y se dejó amar por sus
labios y manos.
El
despertador había sonado rompiendo la tranquilidad de la habitación.
Los dos se estiraron en la cama, aún enredados entre las sábanas y
se miraron con cierta alegría. A pesar de que tan sólo habían
dormido, sentían que entre ello se había formado un vínculo más
grande y cerrado. Una parte de ella sintió que ganó parte de la
lucha contra las otras amantes. Sonrió y sin esperar a que el le
besara se bajó de la cama y corrió a la cocina a preparar el
desayuno.
En
un agradable silencio desayunaron, se vistieron y bajaron. Hiruzen
saludó con amabilidad a los dos y esperó a que Hinata se quedara
sola para acercarse a ella y sonreírle.
- Es buen hombre.
Antes
de que pudiera contestarle, Itachi la llamaba para que saliera y
entrara en el coche. Un poco apurada le beso en la frente al anciano
y corrió hasta el auto. La calidez de la cabina le reconfortó y la
alegre sonrisa de Itachi le lleno el corazón de alegría. A pesar de
que solo se oía la radio, ambos podían entender con los gestos del
otro la cordialidad del momento y en cierto modo la comodidad entre
ambos. El coche se detuvo delante de la casa de ella, y antes de que
partiera le entregó un llavero con dos llaves. Ella sorprendida le
miró y antes de que el pudiera decir nada habló...
- ¿Alguna vez me dirás cuantas amantes tienes?- murmuró mientras se guardaba las llaves en el bolsillo.
- Si te lo dijera no me creerías- contesto con una incómoda sonrisa.
- Pónme a prueba.
Él
le cogió de la muñeca y tiro de ella hasta que sus labios se
encontraron en un extraño y amargo beso.
- Avísame si pasa algo esta noche. ¿Vale?- dijo con un poco de ansiedad.
- Sabes que si.
Contesto
algo aturdida y salió del coche, cuando la puerta se cerró e Itachi
partió tuvo la extraña sensación que ese día sería el último
que lo vería.
¡Oh! Se pusieron todo románticones <3 me encantó <3 Son tan tiernos los dos. Seguiré leyendo *^*
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