Perche ti amo: Capítulo 2
Capítulo
2:
Aún
seguía con la mirada puesta en la puerta, a pesar que hacía tiempo
que él se había marchado. Sentía como cada músculo de su cuerpo
se contraía y una especie de calor se arrinconaba en un lugar poco
conocido. Sentía que las mejillas le ardían y un pequeño latido le
comenzaba desde el pubis. Se mordió el labio, cerró los muslos y
arregañadientes se concentro en encontrar las diferentes tonalidades
del colacao en su taza. No fue hasta unos minutos después que pudo
separar los muslos y suspirar tranquila, cuando una voz aguda le
llamaba desde fuera del bar. Tanto los clientes como los propietarios
la miraron con diversión, esperando que ocurriera la escena de cada
mañana.
Fue
muy tarde para huir, cuando se levantó de la silla para esconderse
en su habitación. Una mujer de cabellos rosas cortos, ojos verdes y
una sonrisa un poco tenebrosa la miraba desde el marco de la puerta.
Al ver a su amiga, supo que había perdido la batalla antes incluso
de empezarla. Sin mucha fuerza se dejó arrastrar por la joven hasta
que la empujó dentro de una lujosa limusina color blanca, tapizada
con cuero y olor a chicle.
- ¿Se puede saber donde tienes el móvil?- gruñó la pelirosa mientras la miraba de arriba a abajo. Frunció el ceño mientras ponía morros, antes de coger una bolsa de deporte y comenzar a sacar prendas de vestir.- ¡Vístete!
Sin
muchas ganas de llevarle la contraria comenzó la ardua tarea de
cambiarse, aunque con la calefacción a tope mucho frío no notó.
Sustituyó su pijama rosa por un vestido color azul claro. Éste se
ceñía por todo su cuerpo y era largo hasta las rodillas y con el
bonito detalle de una enorme cremallera en la espalda. Cuando la ropa
estuvo colocada en su cuerpo, dejó que la joven comenzara a hacer
magia en su rostro.
- Ayer me escape de casa.- logró decir al final, cuando ya volvía a parecer una joven atractiva y adoptada por una de sus mejores amigas. - Y el móvil se quedó en algún lugar de mi habitación.
- ¡Oh! ¡Mi pobre niña!- sin dejar que terminara de relatar el suceso nocturno la abrazó y estrechó sobre su pecho.
Sakura
Haruno y ella se conocían desde el jardín de infancia. Habían
compartido pasteles de barro, mocos verdes e incluso llantinas por
decir adiós al Sol de los Teletabies. Su amistad había pasado por
dificultades, pero cuando Sakura comprendió que su amiga no tenía
unos padres eficientes, decidió adoptarla. La familia Haruno era una
de las más poderosas del momento, mucho más que los Hyugas y tener
una boca más que alimentar nunca había sido un problema. A pesar de
que Hinata siempre afirmaba que tenía de todo, Sakura y su familia
siempre la llenaban de regalos, amor y una agradable conversación.
Al pasar los años, simplemente se acostumbró y dejaba que la
cuidaran.
La
limusina se detuvo delante de la Universidad, justamente en el
momento que Sakura había terminado de escuchar lo ocurrido la noche
anterior. Sin tardar se bajaron del coche y esperaron a que una joven
rubia se les acercara y repitiera el mismo recital que la pelirosa.
- Estoy bien Ino. Por favor.- rió algo incómoda mientras la joven le cogía de la cara y le iba palpando cada músculo de su cuerpo, para comprobar que estaba completa.
Al
igual que Sakura, Ino había adoptado el papel de padre. Siempre
comprensiva, adorada y celosa de su pequeña Hinata. Quizás no
tuviera padres reales, pero sus amigas cumplían con matrícula esa
misión.
Aunque
la campana del inicio de las clases habían comenzado, las tres aún
seguían en la entrada, comentando e informando del fin de semana y
ofreciendo alojo para la semana. A pesar de que Hinata las amaba con
locura, sabía que no podía simplemente depender de ellas, por lo
que se dispuso a decirles que estaría bien cuando un llamativo coche
negro pasó delante de ellas. Una cierta intuición le dijo quién
estaba en el interior del auto, no solamente por como reaccionó su
cuerpo, sino por la fina hilera de humo que salía de forma discreta
por la ventana. Cuando ésta se abrió, la conversación de las
chicas terminó y tan sólo podían ver como aquel hombre, de ojos
oscuros y mirada pícara le guiñaba el ojo a Hinata.
- ¡Hip!- fue lo único que salió de sus labios cuando Itachi se marchó dejándola helada a y dos amigas curiosas.
Toda
la mañana se sintió acosada por toda la población femenina de la
facultad. Justamente ese día, parecía que todas habían descubierto
que el atractivo Uchiha tenía su pequeño bufete a una calle de la
universidad. Y lamentablemente, sus amigas no habían podido mantener
el secreto de aquel intercambio de miradas al inicio de la hora
lectiva. Así que se pasó toda las horas de casa recibiendo
preguntas, pidiendo información y sobre todo, ignorando el creciente
odio femenino hacia sus amigas. Después de todo, si ellas les
gustaba eso quería decir que tendría más rivales. Y algo le decía
que Itachi Uchiha era un hombre de muchas mujeres.
Nunca
se había considerado una mujer muy obsesiva. Era verdad que tendía
a observar mucho a la gente y a apuntar cosas en su libreta, pero
nada lo suficiente alarmante para llamarla acosadora. En cierto modo,
le gustaba anotar la vida ajena para poder sentirse menos
desgraciada. Pero precisamente lo que estaba haciendo en ese momento,
era todo lo contrario a lo que hacía. Desde el día que había
conocido a Itachi, no pudo separarse del Bar de Ibiki. Éste más
molesto que feliz la obligaba a marcharse antes de que él llegara,
por lo que había pasado las semanas y tan sólo se contentaba con
ver pasar su flamante coche delante de la Universidad.
Un
día más, frustrada por no verle salió del bar y se prometió
volver a su vida diaria. Un calentón a su edad estaba permitido,
pero en cierto modo quería ser más que eso. Caminó arrastrando los
pies hasta llegar a su pequeño coche antiguo, abrió la puerta de un
tirón y lanzó la maleta sin cariño, después cerró la puerta y el
cristal vibró. Bufó molesta y estaba dispuesta a entrar en la
cálida cabina cuando escuchó una risa a sus espaldas y un olor a
tabaco que le encogió el corazón.
- Menos mal que no se ha roto.- rió Itachi, mientras miraba con cierta burla a una encendida y acolorada Hinata.
- Itachi.- logró decir sin que se le enredara la lengua.
- Si, así me llamo.- en ningún momento su sonrisa de depredador se marchó de su rostro.- ¿Tienes tiempo para dedicarme?- quiso saber, mientras se colocaba el tabaco en los labios.
Hinata
se mordió el labio y asintió como una autómata. Él volvió a reír
y le ofreció la mano. En el momento que sus manos se tocaron, todas
las alarmas de su cerebro comenzaron a activarse. Sentía como si una
explosión de voces resonaran por su cabeza, pero ella tan sólo
podía pensar que Itachi Uchiha, el dios sexual la estaba tocando.
Al
principio la caminata fue en silencio, pero a poco a poco Itachi
logró introducir pequeñas preguntas que una embobada Hinata
respondía con absoluta sinceridad. Para su alivió, el hombre jamás
habló de tema sexual aunque en el cerebro de ella tan sólo estaba
es palabra “¡Sexo! ¡Sexo! ¡Sexo!” A medida que la conversación
se volvía más interesante, ella se fue sintiendo más desesperada y
frustrada. Jamás su faceta animal se había descontrolado de esa
forma, pero ese hombre había pulsado un botón de su vagina que no
podía apagarse.
Casi
media hora después de hablar sobre la carrera Universitaria que
estaba estudiando, de que él respondiera que trabajaba en un caso
importante e información transcendental sobre el tabaco en la vida
humana, llegaron a un enorme edificio de color gris y con largos
ventanales de cristal. Hinata abrió la boca dispuesta a decir algo,
pero cuando él le abrió la puerta y la invitó a pasar, aquel
malvado botón de su cuerpo comenzaba a vibrar. Sentía que su gran
momento se acercaba y tan sólo podía pensar que tenía unas
braguitas de los chinos puestas. Con eso, incluso al depredador más
desesperado se le pasaría las ganas. Suspiró frustrada.
- ¿Qué ocurre?- quiso saber él mientras saludaba al conserje con una mano y marcaba el botón del ascensor.- Te ves inquieta.- nuevamente esa sonrisita malvada iluminó su rostro y a Hinata le entró el hipo.
- ¡Hip!- gimió toda roja.- Lo siento, el cambio de temperatura me provoca hipo.- mintió bajando la cabeza y cogiéndose las manos.
- Ya veo. – murmuró divertido. Le cogió de la cintura y la obligó a entrar en el ascensor.
Cuando
las puertas se abrieron no dio paso a un recibidor de una finca, sino
al mismo apartamento de Itachi. Éste era grande, con un largo
pasillo adornado con cuadros pequeños, una estantería llenas de
vinilos y guiando a dos partes, a una sala grande, con unas vistas a
la ciudad y el otro a una habitación tan grande como la sala. Hinata
se quedó quieta en el medio del pasillo sin saber exactamente que
hacer. No tenía como regla meterse en casas ajenas, tampoco ofrecer
en bandeja su virginidad así que no estaba al tanto del protocolo
sexual. Él al verla le invitó a una copa de vino, a que ella
rechazó educadamente y sintiéndose más tranquila comenzó la
exploración. La casa era muy ordenada, llena de detalles muy
diferentes y con olor a café y tabaco. Una combinación que hizo que
sus ovarios explotaran. Al llegar a la habitación se olvidó de
respirar. Aquel lugar tenía más personalidad que toda la casa: una
enorme cama emperatriz, unos ventanales cubiertos por unas cortinas
color café, una estantería llena de libros, pequeños objetos de
cristal y una enorme tele que cubría casi una pared. Pensó durante
un segundo que si se sentaba en la cama vería todo desde otra
perspectiva, así que ingenua como era se sentó en el colchón
hundiéndose en él.
- ¿Te diviertes?- quiso saber Itachi, apoyado en el marco de la puerta, con el cabello suelto, la camisa fuera de los pantalones y la corbata colgada de lado a lado de su cuello.- ¿Me puedo unir?
Ella
abrió la boca, pero nuevamente no salió nada. Él tomo asiento a su
lado y espero a que se sentara y ambos quedaran uno delante de otro.
Ambos se miraron a los ojos en silencio, y sin aviso de nadie se
besaron. Los labios de ella inexpertos se abrían temblorosos,
mientras los de él la guiaban poco a poco, explorando cada cavidad
de su boca virgen y haciendo que a cada movimiento de sus cuerpos
ella gimiera. Pronto la mano de Itachi encontró la cintura de ella,
la fue moviendo por su espalda mientras ella se tensaba bajo su mano
y cerraba los muslos. Aún con los labios pegados y casi sintiendo el
calor de ella rió.
- La mia píccola creatura, aún no estás preparada.
Sin
más se apartó de ella, le acarició la mejilla encendida y le dio
un casto beso en la frente. La miró divertido y rascándose la
cabeza abandonó la habitación, dejando a una Hinata caliente y
totalmente frustrada.
¡Hola! Es interesante ver a una Hinata tan cachonda ¡pobrecita!
ResponderEliminarNos vemos <3