Una luna para dos: 4. Normal

4. Normal:

Esa noche no pude dormir. No porque me sintiera mal por lo que ellos hablaron, o porque mi cerebro no pudiera dejar de pensar. Realmente, todo era mucho más sencillo que eso. Sam y Niel se quedaron toda la noche hablando en mi apartamento, diciéndose las cosas que durante años se habían callado y lo que quería esperar de la otra persona, a partir de ese momento. Una parte de mi sentía un cierto alivio, porque eso suponía que todo volvería a la normalidad, pero no estaba segura a cuál. Sam siempre había formado parte de mi vida sexual activa, y en cierto modo, a pesar de los litros de alcohol, yo formaba parte de la suya. Así que mientras ellos hablaban yo me limitaba a entender cómo sería nuestra relación a partir de ese momento. Y una parte de mi tenía mucho miedo. Tanto si el resultado fuera bueno o malo, terminaría perdiendo más de lo que ganaría, por lo que no estaba muy segura si quería que eso terminara de alguna forma u otra.

Sentía que los ojos se me caían cuando sentí una sábana sobre mis hombros. Me incorporé y encontré el rostro tranquilo y relajado de Sam. Sonreí algo incómoda. Sin decir nada salió al pequeño balcón del apartamento y me pidió que le acompañara. Busqué a Neil y lo encontré en el sofá, durmiendo con una sonrisa feliz. Suspiré tranquila. Quizás después de todo, podríamos volver a ser como antes, aunque ello no incluía sexo entre nosotros.

- Gracias por obligarme a hablar con Neil…-me dijo mientras contemplaba el cielo oscuro y las nubes. – Hacía tiempo que no me daba cuenta de lo importante que era hablar las cosas.

- Me alegro…- contesté algo incomoda. ¿Qué quería decirme? ¿Qué lo nuestro había acabado? Fruncí el ceño al saber que eso era lo que él pretendía.

- He estado pensando y…

- No hace falta que me digas nada.- le corté y suspiré. Me apoyé de la barandilla con aire despistado y sonreí.- Haz lo que encuentres lo mejor, después de todo es tu marido y tú eres gay.

Le guiñé el ojo y hui a la habitación. No necesitaba saber nada más. Ya con lo que sabía era suficiente, y podía vivir con ello. O por lo menos eso creía. Un gran fallo.



Los rumores pronto acabaron en el hospital. En un abrir y cerrar de ojos, los temas de conversación en la cafetería y vestuarios había cambiado absolutamente. Nadie comenta nada sobre Neil o Sam, incluso parecían que la humanidad se alegraba de ellos. A raíz de ese día, mi sentimiento de culpa iba en aumento, tanto que sentía que debía cambiar algo en mi forma de vida.

- Quizás debería cambiar de casa…- le comenté a Hao, que me miraba sorprendido.

- Bueno, si crees que eso te ayudará… - hunde los hombros y me sirve otro vaso con cerveza.

Después de unos cuantos vasos de cerveza, comenzaba a olvidarme de como de llamaba e incluso del motivo del por qué estaba bebiendo tanto. Realmente, aquello no me importaba, sólo quería seguir ahogando mis penas hasta que me olvidara de mi mera y patética existencia.

Estaba a punto de seguir bebiendo para llegar al coma etílico, cuando una mano se agarró de mi muñeca y me impidió seguir bebiendo. Giré la cabeza para encararme con el quien sería, el más profundo dolor de cabeza que habría tenido nunca…



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