First Sin: 7. Realidad
7.
Realidad:
Era
una noche bastante fría cuando ocurrió. Llovía y hacía mucho viento, el cielo
rugía y parecía que caería una tormenta. Algo raro en Dublin. Sus amigos
extranjeros, solían decir que en Irlanda las nubes tenían incontinencia, porque
no aguantaban mucho cargadas. Por ende, los truenos o tormentas pocas veces
aparecían en las noticias del tiempo. Pero ese día, parecía que las nubes
habían decidido aguantar y cuando ellos salieron del hospital y se refugiaron
en su apartamento comenzó a caer.
Los
dos estaban sentados en el sofá, comiendo de sus cajitas de chino y mirando una
película mala. Realmente Emily no miraba la película, tan solo fingía que tenía
la atención en ella. Realmente su mente estaba mucho más lejos de ahí. Sabía
que su fiel y dulce novio le iba a pedir matrimonio. Lo llevaba sabiendo desde
hacía semanas, y aún no había sido capaz de romper con él. No sabiendo que para
él, ella era su persona. Sentía que era una persona miserable, le estaba
alargando el dolor, sabiendo que el final estaba próximo, o por lo menos eso
quería creer. Debía romper con él, acabar con todo y comenzar una relación sana
y real con James, pero decirlo a hacerlo era harina de otro costal.
-
Emily…
- rompió el silencio entre ellos y dejó su cajita sobre la mesa. Se acomodó en
el sofá y metió la mano en el bolsillo.- Sé que no llevamos más de medio año
juntos y que tú aún eres joven…
¡Oh no!
Pensó en su cabeza.
Las
palabras de Mark fueran honestas, tranquilas y sumamente sentidas. Sujetaba la
cajita con las manos temblorosas, mientras que intentaba no apartar la mirada
de ella. Realmente se estaba esforzando y ella le tenía que rechazar.
Cuando
terminó el discurso y le colocó el anillo en el dedo, no esperó a una respuesta
al acto. Se levantó de sofá, recogió los restos de la cena, le beso en la
frente y se marchó de la casa. Dejándola sola y con el marrón que se le venía
encima.
El
anillo le pesaba en el dedo. Tenía una pequeña gran carga en el dedo anular y
el reflejo de la culpa se expandía por el pequeño diamante verde de éste. Era
una joyería muy delicada, hecha con cariño y sumamente bien escogida. Nunca
había sido mujer de llevar pedrería, principalmente porque tenía unas manos tan
poco femeninas que consideraba, que algo tan femenino como un anillo jamás
encajaría en una mano como la suya. Por eso, precisamente por eso, aquel
pequeño óvalo de plata conjuntara tan bien con su piel y su carácter, lo hacía
aún mucho más valioso de lo que era.
Aún
no le había respondido, por eso el anillo pesaba más. Y no le respondía no
porque no supiera cual era la respuesta, o porque no hubiera tenido tiempo. Más
bien, el tiempo le sobraba. Su jefe le había obligado a tomar días de descanso,
después de haber caído inconsciente hacía unos días atrás. Realmente, no le
había respondido porque Mark no estaba. El hombre, había decidido dejar caer la
bola, justamente un día antes de que se fuera a un congreso. De eso llevaban
una semana. Sabía que al volver él, debía ser honesta, abrirle su corazón y
rechazarle de la mejor forma posible. Tenía que hacerlo, porque no podía
comenzar un matrimonio a base de mentiras. No, eso no era lo correcto. Mark se
merecía honestidad, amor verdadero y quizás, cosas que ella jamás, y aunque lo
intentara, podría darle. Ella lo sabía, y en parte, una pequeña parte de su
cerebro, sabía que él también. Sabía que él no sospechaba de que le fuera
infiel, precisamente porque jamás había dado señales de que lo fuera, y después
de todo, porque James, delante de ellos, se comportaba como un médico cretino.
Cosa que lo era siempre, así que no daba pie a divagaciones.
-
James…
¿te divorciarás de Michelle?
Logró
preguntarle en uno de sus paseos nocturnos. Al irse Mark y Michelle a la
conferencia, los dos habían dado bandera para volver a encontrarse. Hacerlo les
había costado bastante poco, porque después de todo, sus cuerpos se buscaban
automáticamente. Aquel hilo que les ataba, siempre tiraba…
El
nombrado se paró al medio del parque y le cogió de las manos, le beso uno a uno
sus nudillos hasta que se detuvo en el anillo dónde ella llevaba el anillo.
-
¿Lo
harás tú de Mark?
Los
dos daban por hecho que ella se casaría. Era una realidad que asustaba, porque
por mucho que pensara romper con él, una parte de ella, sabía que no podía
hacerlo. Por lo que terminaría con un vestido blanco junto a una persona que no
podría dormir por las noches.
-
Tengo
que hacerlo…- habló rompiendo el hilo de sus pensamientos.- No puedo casarme
con él. No le amo.- aquellas palabras marcaron una diferencia.- ¿Tú amas a
Michelle?
Cada
partícula de su ser notaba a donde estaba llegado la conversación. Tan sólo
necesitaba centrar la atención a aquello que quería escuchar. Si la respuesta
era la que ella esperaba, todo sería mucho más fácil. Incluso ser la mala de la
película. Sólo quería escuchar eso que le haría volverse loca y tirar todo por
la borda, pero era imprescindible que fuera él quien lo dijera.
-
Sabes
que no la amo…- contestó él con amargura alejándose de ella y reprendiendo la
marcha.
-
Entonces…
¿a quién amas?- ella no caminó cuando el comenzó a hacerlo. Tan sólo se quedó
estática sobre la tierra, observándole con expresión seria y con el corazón en
un puño.
-
¿En
serio… me estás preguntando eso?
Si
un desconocido pasara por ahí y les observaba, no podría decir cuál de los dos
tenía la expresión más dolorosa. Emily
esperó en silencio, necesitaba oír esa palabra de su boca. Era lo único que le
pedía para hacer infeliz a otra persona. Su parte egoísta decía que a él no le importaría,
después de todo, fue él quien comenzó todo. Él fue quien invadió su privacidad,
fue él quien le abrió el camino al adulterio y sabía que era él, el único que
le haría volver al camino correcto. Ella arriesgaba todo lo que tenía. Aún no
había comenzado una vida entera, no tenía los cimientos hechos y su posible
ruptura con Mark podría hacer que todo lo poco que había construido se viniera
abajo. Quizás no era todo muy sólido y pudiera encontrar más cosas en otro
lugar, pero ella quería seguir viviendo ahí. Era su hogar, uno que ella sola
había formado y quería mantenerlo, aunque ello supusiera ser infeliz en ciertos
aspectos de su vida.
-
No
me pidas que te diga algo que ya sabes…
-
Entonces
no me pidas que haga algo que tú no estás dispuesto a hacer.
Sin
decir nada más caminó y se alejó de James. En una conversación corta se habían
dicho todo. Ella ya no necesitaba más motivos para decir aquello que no quería
decir, pero que después de todo, con el tiempo, quizás terminaría creyendo.
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