First Sin: 2. Convivencia

2. Convivencia:
Estaba en el marco de la puerta de su habitación, observando concentrada como él observaba con cuidado cada pequeño rincón de su casa. Tenía los brazos cruzados en el pecho, intentando encontrar la manera de encajar todo lo que había pasado en menos de dos horas. Su vecino, un atractivo doctor había tenido una discusión conyugal, por lo que su esposa le sacó de la casa y él se quedó sin hogar, en ese preciso instante su parte más vulnerable le atrajo y terminó invitándolo a cenar y a que pasara la noche en su casa. El problema es que sólo había una habitación y el sofá tenía los muelles rotos. ¿Cómo le dices a un desconocido que duerma contigo? Se preguntó mientras miraba la cama, dónde su gato se aovillaba en su parte y la miraba aburrido. Tarde o temprano ella debía hacer lo mismo. Por muy sábado que fuera al día siguiente, tenía cosas que hacer. En ese momento no sabía cuáles eran, pero encontraría alguna forma de huir y dejar aquel hombre en su casa. Pensaba apelar al sentido común de James, al verse sólo en casa ajena sentiría vergüenza y volvería a la suya. Aunque sinceramente, por la escena de horas atrás dudaba que estuviera dispuesto a regresar. Tomó una gran bocanada de aire, se despegó del marco y se acercó hasta su invitado, que seguía investigando cada rincón de la estantería llena de libros y fotos.

-       Es tarde y mañana… tengo que hacer cosas. – rompió el silencio y éste le miró con un marco de fotos en la mano.- Es mi hermana mayor y mi madre…- comenta sin que haya preguntado.
-       ¿Dónde están?- quiso saber.
-       ¿Estás intentando que no haga la pregunta?- preguntó ella al ver que desviaba la iniciada conversación por otra parte. Él dibujó una sonrisa pícara y se acercó a ella con lentitud.
-       Eres una chica muy atrevida…- susurró acercándose más, hasta que Emily tenía la espalda contra la pared- ¿Me ofreces dormir a tu lado?

Sentía el aroma a café y a tabaco golpearle en la nariz, su pecho cálido y musculoso sobre el suyo y la respiración calmada sobre su mejilla. Trago saliva e intentó ordenar las palabras en su mente. Era cierto que había sido atrevida, pero su imán para las desgracias era un error de fábrica y no podía devolverse. Se mordió el labio y estaba a punto de defenderse cuando él se separó riendo, se alejó con pasos largos y se dejó caer en el incómodo sofá. Bostezó y antes de que ella pudiera reaccionar ya estaba en un profundo y pesado sueño. ¿Qué coño…? Pensó para ella observando a James atónita. Había oído de gente que ponía la cabeza en la almohada y se quedaba ronca, pero eso estaba en las cosas de “ver para creer”.

Meh estaba aovillado sobre el edredón encima suya, mientras ella tan sólo miraba el techo con sus ojos borrosos. No había podido dormir en toda la noche. Desde su habitación oía los pequeños ronquidos de su invitado en la sala, lo oía gimotear y removerse en el incómodo sofá, más de una vez lo oyó toser y otras veces quejarse. Supuso que en algún momento de la noche se habría dado un golpe con la mesa del salón. Sonrió divertida y contra su voluntad y contra la de Meh se levantó de la cama, caminó tan sólo con su pijama blanco hasta llegar a la sala. Al entrar un aroma a café recién hecho y tortitas llenaba la sala, además de que todo estaba más ordenado que la noche anterior y con un aire un poco más acogedor. Buscó con la mirada a James, que se movía con soltura en la cocina mientras canturreaba algo para él. Arrastró los pies hasta llegar junto a él. Sonrió y carraspeó para que se diera cuenta de su presencia. Él giró sobre sus talones y le dedicó una sonrisa resplandeciente. En ese momento se le olvidó respirar y de que ése hombre estaba casado. Tragó saliva y apartó la vista de aquel adonis en delantal. ¿A qué hora se levantó? ¿Por qué está tan radiante! ¡Ha dormido en un sofá! Gruñó para sus adentros sentándose en la silla  cogiendo su taza y sorbiendo del café.

-       ¿Has dormido bien?- habló James sacándola de su mar de dudas.
-       ¿Tú que crees?- gruñó sabiendo que sonaba muy antipática.

Cuando sus ojos se encontraron, tuvo la extraña sensación que esa misma imagen se iba a repetir más de una vez en toda su vida.


-      ¡No!- gruñó entrando en la casa dando zancadas.
-      ¿Por qué no?- quiso saber él riendo mientras se acercaba a ella.- ¡Hacemos un buen equipo! ¡Piénsalo!
-      ¡Qué no!- grita y se encierra en su habitación indignada.
Daba vueltas por la habitación mientras contemplaba la puerta cerrada. ¿Qué le estaba pasando en su vida? Se había marchado de casa para comenzar una vida en solitario. Quería vivir con su gato, sin tener que dar explicaciones, sin tener un ritmo de vida compartido y sin compañía más que su soledad. Ese había sido su intención cuando tres semanas atrás se había decidido en mudarse, y justamente pocas horas antes de comenzar su vida había adoptado a un marido perdido, que en ese instante se plantaba en su puerta para rogarle una acogida temporal.
-      ¡Oh vamos E! No seas estrecha…- habló James detrás de la puerta-
-      ¡No me llames E! ¡Me llamo Emily!- gruñe tirando la almohada a la puerta.
-      Te pagaré un alquiler, además…  trabajamos en el mismo lugar, incluso podría darte enchufe.- sus palabras la sedujeron por un momento.
-      ¿En serio quieres dormir en un sofá?-enarca la ceja.
-      Tú cama es grande...
Cuando se quiso dar cuenta, la noche había llegado y estaba parada en el marco de la puerta nuevamente, pero ésta vez su invitado estaba acostado al otro lado de la cama, leyendo un libro con aspecto distraído y con el rostro cansado.

No estaba segura si aceptar aquella invitación, aunque después de todo él ya estaba ahí y ella no estaba dispuesta a sacarlo… ¿Qué le estaba pasando?

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