Pierrot: 2. Pierrot
2. Pierrot:
Desde su usual observaba como la
gente del pueblo retiraba los restos de la noche anterior. En su
rostro pálido aún quedaban señales del rubor y la alegría de
aquella noche. Sabía que no había sido a causa del baile, y tampoco
del sabroso convit que habían hecho después, más bien, su alegría
venía de aquellos ojos negros que le habían desvelado totalmente.
Sentá una agradable presión en el pecho y tenía grabada en su piel
el tacto de aquel joven. No sabía su nombre, tampoco como
encontrarlo y mucho a su pesar, sabía que no podía pedirle a su
fiel esposo que lo buscara por ella. Una reina debía ser fiel a su
amor leal a su marido, aunque éste amor nunca hubiera aparecido.
Un golpe de nudillos le apartó de
sus cavilaciones, poco a poco la puerta se abrió y los ojos
cansados de su marido le miraron. Ella le dedico una tímida sonrisa
y se acercó a él, éste le cogió la mano con dulzura y en silencio
fueron atravesando los pasillos del palacio.
Aquel día como todos los domingos,
el pueblo estaba invitado a entrar al palacio y a contarle sus penas
a las eminencias. Tenían 10 minutos cada uno para explicar las cosas
que ocurrían en sus tierras o las injusticias que cometían los
soldados. Típicas cosas, que ella terminaba por resolver. Gaara, su
fiel esposo, a pesar de ser un hombre bondadoso, tenía poca
paciencia para las exigencias, y menos de gente con una posición
social muy inferior a la suya.
- Querido, ésta vez... intenta
mostrate más amable. ¿De acuerdo?- le pidió ella con voz suave,
observando como la larga lista de personas se iba amontonando en su
sala.
- Lo intentaré, querida. -
prometió solemne.
Entre la multitud, se distinguían
diferentes aromas y cada uno de ellos, ofrecía una clara pista de
dónde eran sus portadores. Olor a flores, a tierra, a animales y un
olor amargo y que le quemaba la nariz. Buscó ese aroma familiar y al
final de la fila encontró cuatro personas de cabello oscuro y piel
pálida. El corazón le saltó en el pecho y sintió como las
mejillas se le llenaban de sangre. Bajó la cabeza azorada e
incómoda, deseando que aquellas personas no hayan detectado su
súbito interés.
No supo cuanto tiempo pasó, pero
cuando una mano cálida le apretó la muñeca ella alzó la vista
para posarse con los ojos más oscuros que había visto en su vida.
El corazón el dio un vuelco en el pecho y todos los músculos de su
cuerpo se tensaron, cuando delante de ella estaba aquel misterioso
joven...
- Altezas...- se inclinó el hombre
más adulto. Tenía el cabello por debajo de las orejas, liso y una
expresión severa.
- ¿Qué os trae por aquí?-
preguntó el rey observando que iba con toda la familia.
- Tengo una súplica para usted,
alteza.- el hombre se arrodillo y escondió la cabeza entre sus
brazos- Acoja a mi familia entre sus sirvientes.
Aquella petición era diferente a
todas las de antes. Siempre eran acerca de permitirles más tierras,
otorgarles algún permiso especial o simplemente quejarse. Por eso,
Gaara miró sorprendido a la familia y luego a su esposa pidiendo
algo de ayuda. Ella a su vez miraba la escena totalmente
desconcertada. ¿Quién eres? Quiso preguntar en voz alta,
pero sabía que eso no era propio en ese momento, y más, cuando el
quien hablaba era el cabeza de familia y no el que parecía más
joven.
- ¿Acoger a su familia?- habló
ella aceptando la petición de su esposo.- ¿En qué sentido? ¿Qué
nos puede ofrecer ellos a nosotros?- su voz sonaba firme, de reina
poderosa.
- Mi esposa podría ser vuestra
dama de compañía - se atrevió a decir el hombre- es amable,
respetuosa y en sus tiempos mozos estuvo trabajando como dama en la
casa de unos nobles...- tragó saliva- mi hijo mayor...- empujo con
suavidad a un chico no mucho más mayor que el joven, de cabellos
largos y negros, ojos alargados y pequeños y unas marcas de
expresión debajo de los ojos.- él podría serviros en la guardia
real, tiene habilidad con la espada...- miró al más joven y pareció
buscar algo bueno de él- el pequeño... ¿curioso?- se preguntó a
si mismo.
Esa reunión con la familia Uchiha,
como se hacían llamar, tardó más de los 10 minutos de rigor, por
lo que los consejeros reales se acercaron preocupados y desearon
saber que ocurría. El rey con voz casi ahogada, les comentó lo que
sucedía y éstos observaron a la familia con curiosidad. Hablaron
durante unos minutos entre ellos y asintieron, luego le susurraron
algo al rey que Hinata no pudo oír y pocos después se los llevaron
al interior del palacio.
El resto del día pasó sin
especial problemas, pero más de una vez vio a la esposa del Uchiha
caminar por los pasillos, con toallas y sábanas ayudando a las demás
criadas. A los dos jóvenes no los vio en ningún momento y en cierto
modo sentía curiosidad en que labor les habían puesto.
Estaba paseando por los jardines
cuando unas risas le llamaron la atención. Caminó un largo rato
hasta llegar a una zona plana, dónde un corro de niños estaban
observando algo muertos de la risa. Se acercó y el ruido de la grava
a sus pies les alertó a éstos, giraron la cara para verla y
sonrieron invitándola a unirse. Los niños eran los hijos de la
servidumbre, tenían derecho a jugar por los jardines mientras sus
padres trabajaban, por lo que no le sorprendió verlos por ahí.
Buscó con la mirada aquello que les daba tanta risa, y ahí entre
los árboles lo vio...
- Su alteza real...- saludó un
pierrot, haciendo una reverencia encima de una pelota- espero que no
sea impertinente decirle que está radiante esta mañana.- mientras
decía eso hacía círculos con la pelota y se tambaleaba tanto y
cayó al suelo, haciendo que sonara algo parecido a un pedo. Todos
los niños estallaron a reír, incluso ella- Así es, alteza.. ría.-
susurró el pierrot.
El corazón se le encogió en el
pecho y entre tanta pintura, distinguió los dos ojos negros de aquel
joven. Una inesperada lluvia cayó sobre ellos, haciendo que los
niños corrieran para ocultarse en el interior del palacio, pero ella
y el pierrot se quedaron bajo el agua. Ninguno decía nada, pero ella
fue la primera en que rompió la quietud. Se acercó y metió la mano
en un bolsillo del abrigo y sacó un pañuelo. Le limpió la cara,
dónde la pintura mojada fue dejando ver una piel blanca y algo
sonrosada por la presión ejercida por el pañuelo. Pocos minutos
después, vio el rostro de aquel joven...
- ¿Como os llamáis?- ésa vez la
exigencia pesaba en su voz. Necesitaba saber quien era aquel sujeto
que necesitaba su risa tanto como ella.
- Sasuke Uchiha, mi señora-
inclinó la cabeza y el cuerpo.- Un simple pierrot.
Antes de que ninguno pudiera
agregar más, la voz de una de las criadas corriendo alertó a los
dos y entre los árboles Sasuke se ocultó, dejando sola y con el
corazón alterado a la reina. La criada, le ocultó bajo una
sombrilla y la llevó al interior del palacio. Una mujer de cabellos
largos oscuros, piel pálida y ojos maternales la esperaba en sus
aposentos. La reconoció como la madre de Sasuke. Tenían esa misma
expresión misteriosa. No supo porque, pero cuando la mujer le sujetó
la mano con ternura explotó a llorar y supo que en todo ese largo
castillo tan sólo habría un hombre que la haría reír...
Comentarios
Publicar un comentario