Pierrot: 1. Baile


Nombre: Pierrot.
Serie: Naruto.
Universo Alternativo.
Pareja: Sasuke x Hinata.
En proceso.
Disclaimer: Naruto y sus personajes no me pertenecen. Tan sólo es el argumento de esta historia. Si quieren utilizarla, tan sólo pedirlo o dar créditos.

Pierrot

1. Baile:
Estaba apoyada en la ventana de su torre, observando como el pueblo hacía los preparativos para la celebración. Quería alegrarse por eso, sentir la emoción de lo que aquello significaba. Después de años, las puertas del palacio se abrirían y todo el mundo, fueran plebeyos como nobles, podrían bailar juntos, reír y disfrutar de una velada agradable. Eso era todo un avance para su reino, incluso ella lo sabía. Pero aún así, no se sentía con la emoción de participar.
Ladeó la cabeza a un lado, apoyándola sobre sus brazos y suspiró. Observó como el sol estaba bajando con lentitud sobre el cielo, dejando claro que pronto los trabajadores dejarían sus herramientas y volverían a casa. Eso quería decir que su marido también. Escuchó como unos pasos se juntaban en la puerta de la habitación, unas inseguras voces susurraban y con manos temblorosa pican a la madera. Ella sonrió con tristeza. ¿En que momento me volví alguien de temer? Pensó apenada y se levantó de la silla. Antes de que pudieran picar con más fuerza, ella abrió la puerta. Dos mujeres jóvenes, con el cabello atado en un apretado moño se sobresaltaron al verla y bajaron la cabeza, antes de arrodillarse en postura de sumisión...

- Majestad, el rey desea verla en la sala del trono...- titubeo la más joven. Era una chica de facciones suaves, ojos grandes marrón y siempre acompañada de un particular cerdito.
- Si, ahora iré. - sonrió con calidez y salió de la habitación, mientras escuchaba como las mujeres susurraban algo a sus espaldas.


En otro momento, quizás le hubiera ofendido o avergonzado. Pero a esas alturas, los susurros era lo más amable que había recibido de esa gente.
Había llegado al reino de la Arena hacía tres años. Su padre Hiashi Hyuga había decidido casarla con el príncipe del reino de la arena: Sobaku no Gaara. Un hombre con aspecto triste, pero cuando sonreía tenía una expresión feliz y calmada. Ella adoraba a su marido, siempre había sido tierno con ella y no le presionaba con la idea de quedarse embarazada. Los dos iban a un tiempo diferente al de los demás, y por eso le adoraba.
Arrastro los pies por el suelo, dejando que solo se escuchara el susurro del pesado traje que lucía. A pesar que nunca le había gustado vestir con prendas muy ostentosas, tenia que aceptar que Ino, la modista real, tenía un gusto exquisito para la moda. El vestido era de color crema pálido, largo con una cola que arrastraba el suelo, de mangas cortas y cuello de pico, con un adorno de lazo azul justo en el comienzo del escote. La falda caía abombada sobre el suelo y pequeños flecos lilas lo decoraban. En contra de la opinión pública, siempre dejaba suelto su cabello azul y tan sólo lo adoraba con una discreta corona. Era reina, pero también una mujer y una persona. No tenía que ir demostrando nadie a nadie, por eso prefería lucir cosas sencillas, no como las demás reinas que conocía. En el reino de la hoja, Sakura Haruno, siempre vestía con grandes y vaporosos vestidos color rosa y verde. Algo que para su gusto, era demasiado llamativo. Pero aún así adoraba a la joven.

- Querida..- saludó Gaara al verla entrar al salón. Ella le dedico una sonrisa tímida con una reverencia de cabeza.- He recibido noticias de la hoja, al parecer Sakura y Sasuke podrán venir.- dedico una sonrisa a su esposa, que al escuchar eso su rostro se iluminó hasta el rincón más pequeño.
- ¿De verdad?- corrió a su lado, y sujetó la carta arrugada y sucia.- ¡Es verdad!- gimió llena de felicidad.
- Me alegra que sonrías...- susurró él, mientras le depositaba un dulce beso en la coronilla de la cabeza.- Añoraba tu sonrisa.

Aquellas palabras hicieron que el corazón de Hinata, se encogiera en su pecho. Por un momento, lamentó que su tristeza hubiera ocupado un rincón en el cerebro de su marido. Levantó la cara y sonrió, luego se puso de puntillas y le dio un cálido beso. No podía seguir de luto eternamente, pero el dolor era algo difícil de arrancar del alma, y más cuando se perdía a alguien, que era como parte de ti. Hacía medio año, en una guerra entre la roca y la arena, su querido primo Neji, perdió la vida. Según los soldados, no sufrió y fue una muerte honrada. Pero por muchas medallas que pudiera tener en su chaqueta, seguiría siendo un cadáver frío, y jamás le volvería a consolar.
Tomó una gran bocanada de aire y se prometió volver a sonreír. Aunque sabía que eso, sería la promesa más difícil que debía cumplir.


Aunque las ventanas de su habitación estaban cerradas, oía como la gente reía con alegría y como la música, comenzaba a inundar cada rincón del palacio. Una leve emoción le comenzaba a subir por las piernas y se agrupaban en su corazón. No había sentido esa emoción desde hacía tiempo. Inquieta se removió en la silla, mientras que con paciencia Ino trabajaba en el recogido. Al terminar, se levantó y observó su imagen en el espejo. El vestido era precioso; sin mangas se ajustaba a su pecho y caía ligero sobre el suelo. De color azul claro y con un discreto lazo debajo de los pechos, haciendo que éstos resaltaran aún más. Ese detalle hizo que se le poblara las mejillas de un rojo fuerte, haciendo que un maquillaje oportuno fuera innecesario. El recogido era un simple moño, con varios mechones sueltos y dos largas trenzas pasando alrededor de moño. La mujer del espejo parecía otra.

- Es que soy un hacha. - celebro Ino cuando miraba con adoración su creación.- Ahora majestad, oculte su rostro y sonría para los invitados. - le guiñó el ojo y le ofreció una máscara venesiana.

Bajó por las escaleras del servicio, ya que si bajaba por la principal, daría a entender que venía de los aposentos reales, y ahí su identidad sería reflejada. Al llegar al pasillo del servicio, unos cuantos la miraron sorprendidos, pero no olvidaron su posición y se arrodillaron esperando a que ella pasara. Todos parecían muy incómodos, y ninguno vestía trajes de fiesta. Es una fiesta para todos. Ellos también deberían asistir, para algo hemos contratado a otro servicio. Pensó para ella mientras detenía su paso y se giraba para contemplar a su servidumbre. Se agachó junto a una niña de cabellos marrones y coletas,le ofreció la mano y sonrió.
- ¿Vamos a divertirnos?

Ellos se quedaron observando la sonrisa de su reina embelesados. Hacía tiempo que nadie la veía brillar como esa noche, y precisamente por eso aceptaron la oferta.
En un corro de varias personas fueron saliendo de los pasillos y mezclándose entre la multitud. En poco tiempo, no supo diferenciar a nadie y nadie la identificó.
Estuvo un rato caminando entre su gente, hasta salir a las calles. Todo estaba iluminado por largas y grandes antorchas, las casas estaban adornadas con flores rosas, mientras que el suelo parecía más limpio de lo usual. En cada esquina había una mesa con comida y bebida, mientras varios camareros se movían con soltura entre la aglomeración. Esperó a que uno de los camareros le sirviera una copa, antes de volver a perderse entre la multitud. Ya llevaba un rato absorta disfrutando de la música y sentada en una fuente, cuando un aroma extraño le llamó la atención. Olía a pintura, con mezcla de alcohol. El olor le quemaba la punta de la nariz. Disgustada buscó el origen de semejante aroma, y al descubrirlo sintió algo que jamás pensó sentir...
Un joven de cabellos oscuros, piel clara se apoyaba con aspecto distraído sobre una columna de luz. Ella se acercó hasta poder encararlo. El joven no se inmutó y ella no pudo reconocerle. Vestía un sencillo traje negro, con mangas con volantes, una americana larga y unos mocasines negros. Su cabello negro atado en una mínima coleta con una cinta roja y una máscara que le cubría sólo la mitad de la cara. Jadeó cando dos ojos negros la miraron...

- Se supone... que hay que ocultar el rostro. - habló con voz ahogada
- No temo que me descubran, majestad.- contestó éste mientras hacía una reverencia, colocándose una mano en el pecho y la otra atrás, inclinó la cintura.
- ¿Cómo... sabéis quien soy?- exigió saber, aunque la nota de autoridad jamás llegó a salir de sus labios.
- Reconozco la tristeza en sus ojos, mi señora.- siseo.

La música se detuvo por unos minutos, dando paso a un extraño bals. El joven le ofreció la mano y los dos comenzaron a bailar. Entró en el círculo de personas, rodeada de gente, pero sus ojos tan sólo podían verlo a él, a cada paso que daba, cada movimiento de sus pies y como una sonrisa cómica toma formaba en su rostro. Después de que una de las damas de su lado, hubieran pisado al joven y éste con expresión pacífica le quitara importancia, no pudo contener más y explotó a reír. Fuera por la música o porque la gente estaba demasiado concentrada en los pasos, nadie reparó como la joven reina reía por primera vez...

- Así es mi reina, ría...- murmuró el joven pasando a su lado y susurrando al oído.- sólo para mi.


Sus palabras se quedaron flotando en el aire, mientras que se iba separando de ella como era pedido en el baile. Ella tan sólo se quedó helada sobre el sitio, observando como aquel miterioso hombre se alejaba y le dejaba ese amargo aroma en la nariz y su aterciopelada voz en los oídos...

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