Katherine: 7. Prácticas

7. Prácticas:

Una tormenta le despertó de su sueño. Sentía que tenía todos los músculos agarrotados y que no había descansado lo suficiente, a pesar de que se había dormido cerca de las diez de la noche. Estiró los brazos y piernas aún dentro del edredon, antes de sacar el brazo y mirar la hora en su móvil. En letras grandes ponía las seis y media. Bostezó media adormilada y estuvo tentada en volver a cerrar los ojos, pero una caja no muy escondida le borró la idea de la cabeza. A ciegas buscó sus gafas, se las puso y observó aquella caja amarillenta y vieja. Un caja de cartón llena de recuerdos que en ese momento desearía volver a olvidar.

Las gotas caían encima de su paraguas verde, repicaban una detrás de otra haciendo que la música de sus oídos dejara de tener importancia. Apagó el reproductor de música y se concentró en llegara la Clínica sin comerse el suelo. A mitad de camino suspiró tranquila al comprobar que era prácticamente imposible que se cayera ahí. O por lo menos eso creía, cuando metió el pie en un charco entre el borde de la carretera y la acera, se resbaló y calló al suelo. La gente que pasaba por ahí se le quedó mirando. Al principio dos se pararon delante de ella para ofrecerle ayuda, pero una mano grande se ciñó en su brazo y a ayudó a levantarse. Kath aún avergonzada se intentó limpiar las rodillas llenas de tierra mojada, luego se sacudió las manos y miró a la persona que le ayudó a levantarse. Al momento de levantar la cabeza se arrepintió...

- ¿Está bien?- preguntó Jean, con aspecto preocupado y un brillo extraño en los ojos.- Vaya, eres la chica del cine..- reconoció y dibujó una sonrisa divertida- ¿Tienes una relación complicada con el suelo?- bromeó éste y la colocó en la acera para que el tráfico pudiera seguir circulando.

A pesar que él parecía esperar una respuesta o algún gesto, tan sólo pudo concentrarse en respirar. Nunca se iba a poder acostumbrar a los efectos que ese hombre producía en ella, incluso después de tantos años sin verse. Parecía que sus sentimientos por el se hubieran congelado en el tiempo, sin descender lo mínimo, más bien, parecía que a medida que más lo veía más lo amaba. Pero algo en Jean era diferente. Era cierto que el tiempo había pasado también para el; sus ojos miel tenían pequeñas arrugas, su piel parecía más ceca y la barba, que tantos años le había hecho suspirar comenzaba a tener algunos canas blancas. Su cabello peinado de color gris, parecía haber perdido fuerza y todo su postura notaba cansancio. Pero a pesar de todo eso, había algo mucho más diferente...

- ¿Jean?¿Qué haces?- se escuchó una voz que salía de unos pasos delante de él. El nombrado se giró para ver a una mujer alta, esbelta de un oscuro cabello caoba, piel morena y cabellos rojo oscuro.
- Ahora voy Rebeca. - mira a Kath y sonríe con dulzura- Cuidate pequeña.

Y sin más se alejó. Le miró como se acercaba a la mujer, le cogía la mano y con aires enamorados entraban en la clínica. No fue hasta que tuvo un flash que recordó quien era esa Rebeca, y no le gustó en absoluto el rumbo que había tomado esa historia
Tuvo que tomarse diez minutos para calmar el agujero que se expandía desde su estómago hasta su corazón, al iguar que frenar las cientos de veces que había hablado con Rebeca y sobre todo, la última vez que la vio y prometió que jamás la volvería a ver. ¿Es que en esa clínica no respetaban las promesas? Pensó con amargura y caminó con paso lento hasta la entrada principal. Ésta se situaba a la izquierda de las ramblas, dando con una cafetería que para ella era demasiado cara, aunque el chocolate caliente estaba bueno. Desde aquel día nunca había vuelto a pisar un pie ahí dentro, y hasta ese momento no sabía por qué.

- ¡Katherine! - sintió como unos brazos se cerraban entre su cuello y la empujaban para atrás. - ¡Estás viva! - bramó la voz preocupada de Enrico- ¡Pensé que te habías muerto!- ahora su voz sonaba realmente preocupada.

Se sintió mal cuando vio la cara de Enrico y Alexandra mirándola con excesiva preocupación. Puso su mejor sonrisa e hizo algún comentario acerca de esa clínica y lo que suponía estar ahí. Aunque lo dijera lo único que tenía ganas era de echar a correr y no entrar. Para evitar que la tentación fuera superior a ella, se cogió de los brazos de sus amigos y pidió que comenzaran a caminar. Los tres se tomaron un minuto en cruzar la puerta y encontrarse con dos compañeros más de la Universidad y al profesor de prácticas que hablaba con alguien terriblemente conocido...

- ¡Aquí estas Katherine! - bramo Oriol el tutor mientras me acercaba cogiéndome de la muñeca.- Ella es Katherine Brontte, es una de las mejores estudiantes de la promoción.- alabó con el pecho hinchado como un palomo.

Ella a su vez suspiró y deseó que no hubiera dicho eso. Para empezar no era verdad, y segundo no necesitaba ser presentada. En ese lugar todo el mundo la conocía, incluso aquella monja de rostro redondo, con grandes ojos oscuros y piel blanca. Tenía la espalda un poco curvada, pero a pesar de eso tenía la cabeza alta y desprendía respeto. Rose la miró con sorpresa, pero algo en la postura de Katherine le hizo entender que aquello debía ser una presentación formal. Aunque fuera monja, algunas mentiras se podían decir. Eso mismo, hacía años ella se lo había enseñado.

- Gusto en conocerte Katherine. - le estrechó la mano con ternura y sonrió.- Ya que estamos todos, ¿empezamos?

El primer día fue agotador para los cuatro alumnos que hacían las prácticas en la Clínica Rotger. Ninguno se había preparado para trabajar tanto, a pesar de que tenían prácticas en la universidad, ninguna se podía parecer a lo que ahí estaban haciendo.
Cuando el reloj marcó las tres, las enfermeras cambiaron de turno y pudieron volver a los vestuarios y vestirse. A medida que la puerta de salida se acercaba a ella, sentía que podía sobrevivir al medio año de práctica que le esperaba. Aunque Jean estuviera en ese lugar, había pocas probabilidades que se lo encontrara...

- ¿Katherine?- oyó una voz terriblemente familiar, pero no era la de Jean.


Al girar sobre los talones y ver a Jack, una niebla de recuerdos le cubrió los ojos y no pudo evitar volver a aquellos horribles y preciosos días... Ya no había vuelta atrás.  

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