Katherine: 3.Bar
3.
Bar:
Las
ventanas de su habitación estaban empañadas por el vaho, la
calefacción a tope y tan sólo podía pensar en aquella extraña
nota. Sabía que en cualquier momento Leonardo entraría a su cuarto
y le comenzaría a regañar por las altas temperaturas de su
habitación. Pero realmente le daba igual. Solamente le interesaba
aquel papel, esa letra cursiva y algo nerviosa. La hoja estaba algo
amarillenta, arrugada e incluso unos costados rotos. Parecía que la
persona la había sujetado durante mucho tiempo. Suspiró y se sentó
encima de la cama. Contempló la caja vacía encima de su escritorio
y decidió que debía hacer memoria y responder a aquella nota sin
remitente.
Envuelta
en sus pensamientos no se percató de que su móvil comenzó a rugir
dentro de su maleta, después el sonido del teléfono de su casa y
por último el grito de Derek, su hermano pequeño, que la llamaba
exigiéndo que atendiera el teléfono. Dejó de pensar durante un
minuto para atender las exigencias del pequeño. Salió de la cálida
habitación y cruzó el largo pasillo hasta llegar a la sala, dónde
con el ceño fruncido estaba él, extendiendo el auricular. Ella tan
solo sonrió y lo cogió.
-
¿Diga?- habló con voz ronca.
-
¿Se puede saber por qué tu culo sigue en tu casa?- preguntó la voz
molesta de Alexandra en la otra línea.
-
¡Oh, oh! -
pensó para sus adentros mientras miraba la hora- ¡Estoy saliendo
ahora mismo!- mintió y colgó antes de que su amiga pudiera decir
nada.
Corrió
a su habitación, abrió el armario y sacó un vestido de color beig,
unos botas negras y una bufanda del mismo color. Sin pensar en nada
más se cambió de ropa, miró al espejo y antes de partir se atusó
un poco su media melena algo desordenada. Pensó en maquillarse o
ponerse las lentillas, pero ese día no le apetecía. Cogió su bolso
y tan rápido como pudo salió corriendo.
La
noche estaba fría y lamentó no haberse abrigado más, pero entre la
carrera y todo lo que había sentido ese día, enfermarse parecía
una preocupación bastante estúpida.
En
la plaza del Tubo, se encontraba Enrico y Alexandra, los dos con
expresión molesta y haciendo señas con el dedo al reloj. Katherine
sólo juntó las manos en modo de perdón y se acercó a ellos.
Después de veinte minutos de bronca los tres comenzaron a caminar
hacia las Ramblas. Una plaza en medio de la carretera, dónde en
navidad y festivos ponían pequeños estancos para decorar y vender.
Antes de llegar cruzaron por la Rotger, como era habitual y los tres
se la quedaron mirando. Katherine sintió que algo se le removía en
el estómago, después miró al banco que estaba ubicado delante del
mismo edificio. La sensación de vacío le volvió a subir por el
pecho hasta hacerle soltar un jadeo. Sus dos amigos le miraron sin
comprender, a lo que ella se disculpó con una sonrisa avergonzada.
Sin muchos más comentarios siguieron caminando y se metieron en una
travesía del paseo, hasta llegar a una calle algo oscura y húmeda.
En una esquina, con apariencia algo descuidada había un bar. Se
detuvieron delante y se miraron entre ellos.
-
¿Entramos?- preguntó algo
divertido Enrico. Las dos chicas le miraron sin entender la gracia de
la situación, pero decidieron hacerle caso al chico.
Enrico
era el típico chico que desentonaba en una clase repleta de chicas,
además de su llamativo atractivo: Estatura media, pelo oscuro, piel
morena y ojos grandes de color marrón. Típico chico que toda mujer
estaría por él, si no fuera por la severana pluma que le salía en
cada gesto de su cuerpo. Los tres se conocieron el primero año de
carrera y fue amor a primera vista, por lo que desde ese día jamás
se habían separado.
Envueltas
por el atractivo genuino de Enrico empujaron la puerta del bar y
entraron. El lugar ya de por su ubicación parecía extraño, pero su
interior lo era aún más. Tenía forma de gota; la parte redonda
estaban todas las sillas y mesas de forma redonda, en una esquina la
barra con las estanterías llenas de botellas y la máquina de café
y al fondo, en forma de pico una pequeña tarima con un reproductor
de música y un micrófono. Todo parecía algo viejo y descuidado. No
había más que dos personas sentadas en una esquina y hablando entre
susurros y detrás de la barra dos hombres con aspecto descuidado.
-
¿Katherine?- alguien la llamó y un nudo se formó en su garganta.
Giró la cabeza para fijar sus ojos en un hombre bajo, delgado y
calvo, con los ojos grandes de un vivo color azul. - ¿Eres...tú? -
antes de que pudiera contestarle salió de la barra y le abrazó-
¡Nicolás!- gritó.
Todo
comenzó a girar muy rápido en su cabeza. Sentía que el aire se le
quedaba en el cuello y como un nudo se le formaba en la garganta.
Buscó apoyo en los ojos sorprendidos de Alexandra y Enrico, que
contemplaban la escena tan sorprendida como ella, pero ninguno hacía
nada. Parecía que estaban esperando a que fuera ella quien
reaccionara, pero no estaba segura que era lo que tenía que sentir,
hasta que el hombre llamado Nicolás salió y todo se iluminó en su
cabeza...
El
mp3 le cuelga en el cuello, mientras tiene las manos metidas en la
parte de atrás de los vaqueros y mira de forma distraída el paseo.
A pesar de que su madre le había dicho que no fuera distraída su
cabeza está en otro lugar, muy lejos de las Ramblas. La música en
sus oídos cambió a una melodía algo tétrica y decidió meterse
por un callejón igual de tétrico que la canción. Sonríe malvada
y cruza la calle. Es consciente que tan sólo tiene doce años y que
está desobedeciendo; un domingo por la tarde vagabundeando sola por
la calle y encima en un callejón poco seguro, pero realmente le da
igual. Ella tiene la teoría de que es tan evidente que los ladrones
y secuestradores la consideran una presa demasiado fácil para
raptar, por lo que pasea con esas apariencias cada domingo. Te
estás buscando un problema Kath, escucha la voz de su conciencia
hablarle.
-
¡Da igual!- contesta a pleno pulmón.
-
¿Qué da igual?- pregunta una voz sorprendida detrás de ella. Gira
los talones para encontrarse a un joven, con aspecto cansado y
mirándola de forma acusadora.- ¡Tú! ¿Qué haces aquí?
-
Me he perdido...- miente.
El
joven no puede evitar rascarse la cabeza y soltar una risa nerviosa.
Suspira y antes de que pudiera decidir nada comienza a llover
obligándo a cogerla de la mano y entrarla a un bar, para refugiarse
de la lluvia.
-
¡Ey! Ya pensaba que no ibas a venir...- se oye una voz que viene de
la barra.
-
He tenido un percanse al venir...- dice empujando a Katherine para
que se viera.
-
¿Y esa niña?
-
¡No soy una niña!- gruñe ella molesta.
El
joven se atusa el cabello color marrón oscuro y ríe ante el
carácter impertinente de Katherine, pero no dice nada más, mientra
se sienta en una silla de la barra y la invita a sentarse a su lado.
-
¿Como te llamas, pequeña?- pregunta con voz amable y cálida.
-
¡Jo! Que no soy una niña...- pone morros y se sienta a su lado.- Me
llamo Katherine... ¿y tú?
De
golpe la imagen de aquel joven le vino a la cabeza: Alto, de espaldas
anchas y aspecto musculoso, piel algo morena y cabello color
agrisado, barba de pocos días y unos profundos y grandes ojos color
miel.
-
Jean...-gime.
¡Oh, qué intriga! Cada vez me gusta más, aunque no termino de entender quien es xD me paso al próximo capítulo.
ResponderEliminar¡Cuidate!
Bye!