A través de tus manos: 3. Propuesta.
- Propuestas:
Había entrado en un juego,
que no veía salida posible. Aunque tampoco tenía mucho interés en
salir. Él enviaba un correo, ella no contestaba y la escena
siguiente era los dos, besándose en el ascensor. Era una secuencia
muy sencilla y bastante fácil de realizar, pero al mismo tiempo muy
peligrosa. ¿Estaba segura de que quería seguir ese juego?
Miró el sobre que
sobresalía en la barra de herramientas, posó el cursos sobre el y
meditó un momento si contestar o dejarlo ahí. Levantó la mirada de
la pantalla, para buscar entre las paredes de cristal el despacho de
Christian, que estaba sentado y con rostro consternado mirando unos
documentos...
- ¿Realmente quiero?- volvió a mirar el icono y sin dudarlo lo eliminó.
Después de terminar de
redactar los informes de ese día, cerró el ordenador, recogió su
abrigo y bolso, y salió tan rápido como pudo del despacho. Una
parte de ella, deseaba que Christian la estuviera esperando en el
ascensor, dispuesto a besarla y a acariciarla allá dónde nadie más
había tocado. Tembló tan sólo imaginar que las manos de Christian
le acariciaban el muslo hasta llegar a su nalga. Cuando se quiso dar
cuenta estaba jadeando, con las piernas fuertemente apretadas y con
el corazón latiéndole con fuerza en el pecho.
Agitó la cabeza para
apartarse esa obscenas imágenes de la cabeza, pero pronto le
volvieron a acudir, cuando el susodicho se acercaba a ella, con esos
andares que le provocaban.
Él no dijo nada cuando se
colocó a su lado, pero entre ambos se respiraba una extraña aura de
inquietud. Las puertas del ascensor se abrieron, pero para la
desgracia de ambos varias personas estaban dentro. Los nuevos
saludaron a Christian con un asentimiento de cabeza, mientras que a
ella tan sólo le dedicaban una agradable sonrisa. Por primera vez en
su vida, le desagradó que la gente fuera amable. Realmente le
molestó que la gente existiera. Tan sólo quería estar sola con
Christian, que le colocara sobre la pared y le besara. ¿Desde
cuando me he vuelto una pervertida?
Pensó para ella, totalmente alejada de la realidad. Cuando las
puertas se abrieron unas plantas antes de la suya, y el ascensor se
cerró, pasó aquello que estaba deseando desde que abandonó el
despacho. Él la cogió de las muñecas y la empotró contra la
pared, la beso con pasión mientras refregaba su pelvis sobre la
suya, sentía como su pene erecto la excitaba y pedía más de ella.
Jadeó cuando una de las manos de Christian, bajaron por su cintura y
entraron a su braga. Sentía como todo su cuerpo ardía, como se
humedecía y pedía más de él. Estaba apunto de gemir, cuando se
alejó de forma precipitada en el momento que las puertas del
ascensor se abrían y un par de ojos curiosos los miraba...
- Buenas noches Señorita Steels...-se despidió él con la voz ligeramente alterada, pero mostrando una aparente calma.
- Buenas noches, Señor Grey – logró contestar a medida que iba recuperando la calma.
Llevaba
más de media hora sentada en su coche, con la cabeza apoyada en el
volante y la respiración entrecortada. Entendía cada parte de lo
que había ocurrido, al igual que sabía lo que hubiera pasado si las
puertas del ascensor no se hubieran abierto. Se había dejado llevar
por la lujuria, por el placer... por el aroma sensual de aquel
individuo que apenas conocía. En cierto modo se sentía algo sucia,
no le habían educado para ir tan ligera. Pero con Christian Grey era
tan difícil establecer unos patrones de normalidad. Simplemente su
hechizo la había capturado y no quería despertar.
Buscó
su móvil en su bolso, abrió el correo y buscó en la papelera de
reciclaje. Ahí en letras negras sobresalía el mensaje. El labio le
tembló y el corazón le dio un salto en el pecho cuando lo abrió.
No estaba segura si le iba a gustar el contenido. A decir verdad, no
sabía que esperar de ese correo.
Para:
Anastasia Steels.
De:
Christian Grey.
Asunto:
Petición.
En
la cafetería Moon, al salir del trabajo.
Christian
Grey, director de Grey's Company.
Involuntariamente
miró al reloj, arrancó el coche y llegó a la cafetería que ponía
el mensaje. Realmente no supo en que momento comenzó a conducir, y
tampoco recordaba si había hecho una baremación de si acudir o no,
pero ya estaba ahí.
Trago
saliva, aparcó el coche y entró al lugar del encuentro. Él estaba
sentado en una mesa muy alejada de la puerta, oculto en una esquina
donde las luces no iluminaban bien. Anastasia tuvo la sensación de
que iba a hacer un trato con un mafioso, aunque en parte parecía que
iba a ser eso. ¿Qué petición quería hacerle?¿Qué necesidad
tenía un hombre que lo tenía todo? Se deslizó entre la gente que
estaba de pie y llegó hasta la mesa. Tomó asiento sin decir nada,
pidió un té y esperó...
- Te estás metiendo en un lio, Anastasia...-susurró Christian sin apartar la vista de su café frío y intacto.
- Soy suficiente adulta para saber donde me meto, Christian.- contestó calmada, aunque no sabía de dónde salía esa calma.
- ¿Lo eres?- por primera vez levantó la cabeza y le clavó esos ojos claros, que la helaban.
Tenía
el SÍ en los labios, pero la voz no le salió. Tan sólo quería que
le volviera a besar, que le sujetara de la mano y la llevará a un
lugar alejado, que la poseyera y le hiciera totalmente suya. En
cierto modo, se sentía totalmente sometida a sus impulsos sexuales.
No podía pensar en otra cosa que eso, y en parte no le gustaba.
Quería ver a su jefe como eso, un simple jefe... pero algo en aquel
hombre le hacía perder la cordura.
Christian
se mantuvo un largo rato en silencio, hasta que suspiró se rascó la
cabeza y le miró con profundidad...
- Te ofrezco un trato...- su voz era dura, pero destilaba increíble ternura.
- ¿Qué clase de trato?
- Uno que no puedes rechazar...
O que no quiero rechazar.
Pensó su voz interna. Realmente no sabía que clase de trato era,
pero estaba del todo segura que sería una proposición totalmente
indecente... y ella lo estaba esperando.
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