Novio de Papel
Novio de Papel
Protagonistas: Nina Dobrev/Ian Somerhalder
UA: Los actores se conocen por la serie evidentemente, pero su vida real no tiene nada que ver con la historia. Es ficción.
Estado: Semana Ian Somerhalder.
Protagonistas: Nina Dobrev/Ian Somerhalder
UA: Los actores se conocen por la serie evidentemente, pero su vida real no tiene nada que ver con la historia. Es ficción.
Estado: Semana Ian Somerhalder.
1.
Papel:
A
pesar de que se encontraba en el balcón del apartamento y llovía
con fuerzas, la risa de los invitados se oían aún con la puerta
cerrada. Suspiró y se apoyó de la barandilla y observó como la
agua caía. Durante unos segundos quería alejarse de esa felicidad,
de las risas y las continuas miradas recurrentes que le habían hecho
al largo de la noche. Aunque ninguno de los invitados hablaran, sabía
perfectamente a lo que se referían... Su hermana mayor Sam se
casaba, y había organizado una fiesta con todos los miembros de la
familia para celebrarlo a lo alto, y como era común en las reuniones
familiares, si alguien no tenía pareja o tenía pareja pero no
hijos, siempre se solían hacer ciertos comentarios... pero a las
horas de la noche, el alcohol en sangre lo único que lograban hacer
era mirar. Y como no, la única soltera en esa fiesta era ella.
Habían
avisado que las lluvias terminarían al finalizar la semana, pero
éstas duraron unos cinco días más, cosa que no ayudaba en absoluto
a su estado de ánimo y mucho menos al estado de ánimo de su
hermana. Le había tocado la cruz de ser dama de honor y acompañarla
a todas las tiendas de novias, a dar su opinión sobre los vestidos,
pasteles, servilletas e incluso que tipo de lubricante utilizarían.
Estaba comenzando a maldecir el día que el atractivo Matthew le
pidió para casarse, y eso que era el único hombre que se podía
dignar a hablar. Nina jamás había tenido buen ojo para los hombres,
y los últimos que habían estado con ellas, le rompieron el corazón
o salieron corriendo enseguida que parecía que todo se formalizaba.
Suspiró unas cuantas veces hasta que Sam se decantó por unos porta
servilletas de color vino y por unas servilletas color marfil. Para
su gusto no combinaban, pero su hermana no estaba dispuesta a
escuchar su opinión. Esperó bastante rato hasta que pagaron, y
cuando lo hicieron se despidieron. Las calles estaban mojadas, no
había prácticamente gente y las tiendas más bonitas estaban
repletas de personas, la mayoría en pareja y disfrutando de los días
de invierno apretaditos. Arrugó la nariz, se apretó la chaqueta y
entró a la primera tienda que no estaba repleta de enamorados. Al
segundo de entrar se arrepintió enseguida... era un local oscuro,
con excesivo olor a incienso, la decoración parecía tener más años
que un olivo y más que la dependienta que la miraba con los ojos
entrecerrados. No fue hasta que se acercó que entendió que no era
que tuviera los ojos así, sino que la mujer era tan mayor que la
misma piel le caía a los ojos. La mujer decrépita sonrió mostrando
sus dientes mellados y oscurecidos por la edad...
- ¿En que puedo ayudarla? Joven- pidió la señora, mientras se levantaba con dificultad de la silla y se ponía a su lado. Nina tembló al notar su piel reseca rosar su mano- ¿Buscas algo en especial?
- No realmente...- confesó- entré para refugiarme de la lluvia, perdone. - sonríe avergonzada.
La
mujer no contesto, pero le cogió la mano y le entregó una libreta
pequeña, de tapa marrón y con textura arenosa. Quiso soltara, pero
le pareció maleducado, teniendo en cuenta que la anciana se había
levantado expresamente por ella, por lo que lo cogió y lo miró. No
era una libreta diferente a las que tenía en su casa, miró a la
mujer y sonrió, segundos después estaba sentada en su silla
aovillada, pero parecía que había desconectado totalmente. No
estaba segura si era un regalo o debía pagarlo, pero por la duda
dejó un billete de 5 dolares y se marcho con la libreta en la mano.
Su
apartamento estaba frío, los muebles mojados por la lluvia y las
ventanas totalmente abiertas. Su gato negro maullaba, mientras se
restregaba entre sus piernas exigiendo cariños. Antes de prestarle
atención al gato, arregló el salón, se dio un baño con agua
caliente, se preparó un café y se sentó en el sofá comodamente.
Cogió la libreta y la abrió, curiosa de ver el contenido de
aquello, pensó que quizás era algo hecho con materiales reciclados
o obra de alguna persona con discapacidad, pero ni en la parte de
delante ni en la de atrás, ponía nada. Pasó las páginas buscando
algo especial, pero no había nada fuera de lo común. Suspiró,
cogió su lápiz y decidió estrenarlo. Apunto la fecha y pensó en
unos cuantos diseños de vestidos, zapatos y accesorios. Trabajaba en
una empresa de diseño textil, y para su desgracia habían cambiado
de puesto a los empleados, y a ella le había tocado bodas y eventos
especiales, por lo que las bodas, tanto en su vida familiar como
laboral le seguían. El gato maulló en el momento que un trueno
iluminó la habitación...
- Yo también quiero un marido ¿Sabes?- le dice al gato, mientras distraída dibuja unos ojos en la libreta- me gustaría que fuera amante de los animales, que supiera cocinar y sobre todo, que me quisiera sólo a mi. - ríe- Aunque creo que todas buscamos alguien así ¿No?- el gato bostezó y se aovillo en su regazo.
Terminó
de dibujar el boceto de su marido perfecto, cuando el teléfono sonó
y la volvió a la realidad de su vida. Dejó la libreta en la mesa,
se levantó y cogió el teléfono. Estuvo veinte minutos de reloj
hablando con su hermana, que lloraba desconsolada porque el vestido
que quería era demasiado barato, y que la familia de su prometido
considerarían que eran una rata. Rió en silencio al escuchar los
lamentos de su hermana, y esperó hasta que volviera a la cordura, al
hacerlo, se olvidó del cuaderno y comenzó a preparar la cena y
seguir con su vida. Su minuto de fantasía diaria había acabado.
Esa
mañana algo parecía diferente en el mundo, o por lo menos ella lo
sentía así. Estaba sentada en su despacho, con la taza de café,
los bocetos en la mesa y nadie de sus compañeros le hacían los
usuales comentarios, tampoco criticaban su austera forma de vestir o
incluso que tuviera pelo de gato en la camisa. En cierto modo aquella
indiferencia le molestó, pero por otro lado era bastante relajado.
Cuando llegó a casa, nadie llamó por teléfono y todo lo que daban
por la tele eran cosas insustanciales y sin nada de romance o amor.
Después de afirmar que ese día había sido raro, abrió su libreta
de arenita y buscó el boceto de su hombre perfecto, a su lado
escribió Que tenga dinero, pero que su familia no le importe.
La lista de comentarios sobre su marido, iban en aumento y cuando se
quiso dar cuenta tenía toda la hoja llena. Se estiró, cerró la
libreta y se metió en la cama, deseando que el día siguiente fuera
tan extraño como ese...
Esa
noche tuvo un sueño raro; su boceto de hombre perfecto se quemaba y
la vieja mellada sonreía y decía Deseo cumplido,
luego la libreta aparecía nuevamente pero sin la hoja escrita.
Cuando se levantó corrió a la sala, la abrió y con horror comprobó
que la libreta no estaba... ¿Qué había pasado?
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