Menos que palabras: 11. Fuerza
- Fuerza:
Las estaciones
iban pasando con rapidez, haciéndola consciente que el tiempo pasaba
y ella seguía en el mismo lugar. Desde que había llegado, su vida
seguía igual, sin ningún cambio interesante, ni a bueno ni a malo.
El único cambio visible era su estado de ánimo, su salud y el
apartamento donde vivía. Para intentar no pensar en el tiempo o en
su absoluta soledad, se centraba en el trabajo; se centraba en llenar
páginas y páginas de informes, hacer traducciones día y noche,
descuidando su salud y su casa. Era consciente que esa situación no
podía seguir así, pero no había nada que la motivara a seguir para
delante, ya la televisión no le hacía compañía y las canciones de
amor que imaginaba que Taisuke le susurraba al oído ya no hacían
efecto... debía ser sincera, entre ellos se había puesto el punto y
final, y debía asumirlo. Era una realidad, nada volvería a ser como
antes.
Había decidido
abandonar su nido de porquería para tomar aire, despejar la mente y
volver a tener una vida sana y feliz. Después de casi un mes de
retiro voluntario logró terminar la mayoría de trabajos pendientes,
rellenado cientos de informes y adelantar trabajo que necesitarían
para más adelante. Todo ese trabajo la había mantenido al margen
del mundo, ya que tenía miedo de poner otros canales que no fueran
de música y escuchar la cruda realidad que había estado intentando
ignorar. A pesar de que había decidido asumir el punto y final,
tenía la estúpida fantasía que Taisuke iría a por ella, la
encontraría a través del lazo que les unía, pero... cada vez que
se miraba al espejo, no miraba a una chica, sino a un chico, delgado,
pálido y con rostro infeliz. ¿Cómo... la iba a reconocer si ni
ella misma se reconocía?
Paseaba por una
de las vías más concurridas durante el día, pero a esas horas de
la noche tan sólo se oía el ruido de los papeles arrastrarse con el
viento, o algún coche pasar a velocidad fugaz. Se paró delante de
un cartel donde habían varios anuncios, entre ellos conciertos,
eventos y festivales próximos. Una parte de su cerebro los buscó a
ellos, pero la otra se negaba a procesar la información, por lo que
al final entendió que alguien de la Johnny's company estaba en
Hokkaido. Se alejó por seguridad vital y siguió caminando,
intentando no pensar formas de averiguar quienes eran, y como podría
llegar hasta el.
Llevaba medio
recorrido cuando la curiosidad y su parte masoca le ganaron. Giró
sobre los talones y corrió para llegar hasta donde estaba el
anuncio, pero unos pocos centímetros antes de llegar chocó contra
alguien y se cayó al suelo...
- ¡Auch!- gimió sentada en el suelo, con el sombrero en el suelo y la bufanda medio deshecha.
- ¿Estás bien?- preguntó una voz sinceramente preocupada.
- ¡No! ¡Claro que no!
No miró a su
agresor, pero cuando éste le tendió la mano algo en el ambiente
cambió; antes estaba tenso y ahora sorprendido. Sentía la mano
grande y cálida sobre la suya, temblaba y la voz del sujeto poco a
poco le fue resultando familiar. Levantó la vista para encontrarse a
un hombre, encapuchado y con unas gafas de pasta negras, con una
bufanda amarrada al cuello y un chaquetón de color negro. Aunque
tuviera cien mil disfraces ella lograría encontrarlo...
- ¿Taisuke?- gimió mientras cientos de lágrimas comenzaban a salir de sus ojos una tras otra.
- Kath...
El abrazo fue
diferente de todos los que se habían dado. Sentía la calidez de su
cuerpo, como sus manos se abrían sobre su espalda intentando
encontrar su hueco, como sus respiraciones se igualaban y como cada
parte de su ser pedía del otro.
Abrazados en
medio de la noche y nevando estuvieron un largo rato, sabían que en
el momento que se separaran todo comenzaría a ocurrir de forma muy
rápida, por lo que quería alargar lo máximo ese momento, pero
desde lejos se oía como un grupo de personas se acercaban, y el
momento tierno debía acabar. Ambos se miraron, sin decir nada se
cogieron de las manos y comenzaron a caminar en dirección contraría,
en poco tiempo habían llegado al apartamento de Kath, que se
encontraba en un océano de porquerías...
- ¿Desde... cuando...?
Aunque la
pregunta era ambigua le contestó las dos posibles continuaciones,
mientras avergonzada iba recogiendo poco a poco su desastre. Cuando
todo estaba en su lugar, se sentaron en el sofá y se contemplaron en
silencio. Taisuke le había ido quitando poco a poco las capas de
ropa, hasta dejar tan sólo una camisa donde se le marcaba totalmente
los pechos y la señal de que ese joven que había abrazado en la
calle, era una chica. La única mujer que había amado. La beso, de
forma instintiva sin palabras, sin pedir permiso... tan sólo la
sujetó de la cintura y le atrajo hasta el, besándola como si la
vida se le fuera en ello...
- Te quiero, te quiero, te quiero...- le susurraba al oído una y otra vez, sin dejar que sus cuerpos se separaran.
Esa noche tan
sólo hablaron, de forma larga y tendida, relajada, con las ventanas
y cortinas cerradas y la calefacción encendida. Nadie más que ellos
dos y el gato, escuchando viejas historias y anécdotas nuevas. Kath
no había necesitado explicaciones sobre su presencia ahí, porque al
acto lo había comprendido, aunque cuando entró al tema del dorama,
su expresión reflejaba la pura duda... después de todo ¿Qué
eran?¿Novios?¿Amigos? Quería preguntarle, necesitaba saber que
eran... necesitaba encontrar un punto de fuerza para seguir adelante.
Pero cuando lo iba a preguntar se perdía entre sus ojos y sus
caricias...
Su espalda
suave, su rostro dormido con tranquilidad y su sonrisa suave, hacían
que fuera prácticamente conciliar el sueño, sentía que si cerraba
los ojos el desaparecería cuando los abriera. Desde la primera vez
que lo conoció, se había acostumbrado con gran facilidad a las
cosas irreales, por lo que ahora, tenía una dependencia absoluta de
ellas... Si eso era irreal, prefería quedarse en ese mundo, que
volver a su triste realidad....
- ...tu...puedes..-murmuró entre sueños Taisuke, mientras se revolvía en la cama y se pegaba a ella.
¿Realmente...podría?
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