Menos que palabras: 10.Comienzo
10- Comienzo:
La habitación estaba
vacía, las puertas de la terraza cerradas y las estanterías
totalmente vacías. La cama hecha, la mesa del escritorio con el
ordenador de mesa apagado y los demás muebles tapados con una
sábana. Observó por última vez aquel lugar que la vio crecer,
gracias susurró para ella y salió.
Iba arrastrando la
pesada maleta por los pasillos, sabiendo que lo que le esperaba era
totalmente diferente, no había nadie para ayudarla y la única
persona que podría ayudarla, estaría demasiado ocupado para
prestarle atención, por lo que era una aventura en todas las
palabras. Se iba a enfrentar al mundo totalmente sola, tan sólo con
su gato en el trasportin y un sentimiento de añoranza en el pecho.
Llegó al recibidor, dónde su padre con ojos llorosos la miraba y su
hermano aguantando las lágrimas.
- Gracias por todo, papi...- sonríe, le abrazó y le dio un beso en la mejilla- Cuida de papá, ¿vale?- le dice a su hermano, y le abraza, aunque el no le respondió el gesto.
Abrió la puerta y
abandonó el lugar donde había crecido y había experimentado todo
por primera vez. Tan sólo quedaría como un recuerdo, eso sí, un
recuerdo agradable e imposible de olvidar. Miró para atrás una
última vez antes de entrar al ascensor, se despidió con la mano y
apretó el botón para que el ascensor bajara. Sabía que pedirles
que no le acompañaran al areopuerto era algo duro para los tres,
pero sabía que una despedida breve y en la misma casa, haría que el
dolor fuera menos fuerte, después de todo tendrían más cosas para
distraerse. Al llegar abajo, salió de la casa, miró la finca y se
despidió, después entró al taxi y se despidió de forma
parcialmente parcial del barrio donde había vivido durante toda su
vida.
Tenía la sensación
de que el viaje había sido largo, tediosos y sumamente cansado, pero
cuando tocó el suelo de Tokio, todo eso pareció haberse olvidado de
su memoria y ser llenada con entusiasmo y con ganas de que llegara el
día siguiente. Arrastraba su maleta y el transportin del gato por
todo el areopuerto, mientras iba leyendo las indicaciones para tomar
el siguiente vuelo a Hokkaido, en cierto modo prefería quedarse una
noche en tokio y hacer turismo, pero sabía que tan sólo tenía
cinco días de descanso y preparación mental, después de eso
comenzaría su vida laboral. Al subirse al último avión se dejó
vencer por la melancolía y hacerse preguntas que no podía
responderse... cuando el transporte llegó a su destino estaba
demasiado cansada para poder disfrutar de nada. Sólo era consciente
de que en a terminal le esperaba un agente de la compañía y que le
llevaría a su nuevo hogar. Todo lo demás, parecía carecer de
importancia, aunque un rincón de su cerebro despierto sabía que
debía prestar atención e importarle.
Los cinco días de
mudanza fueron suficiente para ella. Al segundo día tenía
totalmente colocado todo, aunque el apartamento donde vivía tampoco
era especialmente grande. Tanto ella como su gato, pronto se habían
acostumbrado a ese espacio reducido. Era un apartamento de forma
cuadrada, dividido en dos partes; la parte común y la personal. La
primera estaba un cuarto, con un futón y el cuarto de baño, con
lavadora, la segunda una sala cocina, con una pequeña mesa de
cristal y una tele encima de una estantería, la cocina con todo lo
necesario en forma reducida. Realmente no se podía quejar. Siempre
había soñado en vivir en algún lugar así, y ya se estaba haciendo
realidad.
Al tercer día, se
dedicó a hacer turismo por la zona y entender como era la mecánica
ciudadana de la comunidad donde vivía, muy pronto los vecinos la
aceptaron con una cálida sonrisa y le ofrecieron ayuda siempre que
ella necesitara. Los dos restantes días se los pasó estudiando el
folleto de la empresa y un poco algún kanji que no tenía del todo
memorizado.
Cuando se quiso dar
cuenta su primer día de trabajo ya había terminado y ella volvía a
su casa en bicicleta y con un extraño vacío en el pecho.
Siempre se había
sentido orgullosa por su facilidad en aceptar los cambios y adaptarse
a todo lo que se le enfrentara, pero en ese entonces todo estaba
resultando demasiado complicado. Principalmente porque en cierto modo
no era ella la que vivía ahí, sino su alter ego masculino y como
tal, debía lidear con un montón de efectos secundarios que no había
calculado. La población japonesa femenina tenía mucho interés en
conocer sus gustos, sus aficiones e incluso los horarios que hacía,
además de otras preguntas que prefería desconectar e ignorar. Por
todo lo demás, el trabajo lo llevaba bien, era aplicada y siempre
terminaba sus encargos cuando tocaba. Aunque no se llevaba del todo
con sus compañeros, se sentía del todo insegura por no saber como
actuar; en Mallorca era diferente, porque tenía unos guiones
establecidos y no debía improvisar en la marcha, pero allá era todo
nuevo... al hacer el mes de llegar a japón comenzó a desanimarse.
Había olvidado porque estaba ahí y tan sólo se repetía lo muy
idiota y vanidosa que había sido, tenía ganas de volver a su casa,
a su habitación cálida y ser consolada por su padre... pero sabía
que si volvía, no sería bien recibida. Ese era su camino y debía
seguir adelante.
Estaba tirada en el
tatami, escuchando la lluvia caer y mirando la televisión, no estaba
prestado especial interés, pero le gustaba oír el murmullo de voces
y le hacía sentirse acompañada, estaba pensando en comprarse un
perro pero sabía que con su gato ya habría complicaciones, por lo
que la compañía de la tele era lo mejor, aunque fuera algo
deprimente. Estaba entrando en un sueño inquieto cuando una melodía
comenzó a salir de televisión... no hacía falta que abriera los
ojos para saber de quien era, con los ojos cerrados ya se podía
imaginar su rostro, sus labios y la expresión que ponía cuando
estaba cantando... sonrió y se alegró de tener el cacharro
encendido. Siguió con los ojos cerrados y disfrutó en silencio de
la voz de Taisuke salir de la pantalla, sabía que la mayoría de
chicas que la oían, se preguntaría a quien iba dedicada esa
canción, mientras que ella sabía...que esa era su canción.
Entre la consciencia y
la inconsciencia volvió a recordar uno de los motivos más fuertes
que le tiró a esa isla del sol naciente... aunque no estaba muy
segura si ese motivo siempre le daría fuerzas como ese día. Sonrió
y sintió como unas lágrimas calientes le salían de los ojos. Esa
noche fue la primera que lloró desde que llegó a Japón y
posiblemente la última... Debía ser fuerte y lo sería, después de
todo ese era su comienzo.
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