Adagio: 3. Composición.
Aparición especial: Matthew Davis (Alaric en Crónicas)/ Ashley Greene (Alice en Crepúsculo)/ Joe Manglaniello (Alcide en True Blood).
- Composición:
Esa misma noche, cuando
volvió al hotel tenía la sensación que su profesionalidad se vería
cuestionado durante todo el festival. Debía hacer el mejor papel de
su vida y crear tantas sensaciones que una misma persona no pudiera
contener y colapsar. Su música debía llegar a los corazones de
todos, entretenida y ante todo llena de amor. Quería que su obra
fuera algo que incluso el mismo Bach admirara, necesitaba que Handel
le mostrara algo de su dulzura y que todos los instrumentos de la
orquesta le prestaran parte de su magia, porque sin ninguna duda
debería crear un milagro.
Miró a Taisuke que caminaba
a su lado, con la mirada perdida en el cielo mientras sus manos
seguían entrelazadas, una parte de su cerebro sabía que estaba muy
lejos de ahí, pero la otra era consciente de sus manos frías y como
sus latidos hacían una misma sintonia. Debía crear un milagro para
los dos.
La Opera estaba repleta de
músicos, cada uno tenía dos o tres instrumentos a su alrededor y
cientos de partituras esparcidas por el suelo. En vez de ser un
festival musical, parecía un campamento. Elena rió al imaginarse al
famosos Serguei levándose los dientes en un riachuelo y a la
delicada Roxana, practicando sus notas agudas dentro de una tienda de
campaña. Intentó que su malvada diversión no alterara la
concentración de sus compañeros mientras los esquivaba y se iba a
su pequeña habitación, con esas cinco personas. Antes de sujetar el
manillar deseó que estuvieran todos y que fuera la única en llegar
tarde, pero tenía puntualidad inglesa y sabía que eso iba a ser
prácticamente imposible. Tomó una gran bocanada de aire y abrió la
puerta. Sentado en un piano estaba Matthew, con su habitual aspecto
descuidado y mirando al piano de forma pasional. Cerró la puerta con
silencio, intentando no llamar la atención, pero ésta chirrió y el
susodicho se giró para mirarla y sonreirle.
- Eres bastante madrugadora...- alabó con una sonrisa mientras se levantaba del piano y la acorralaba sobre la puerta.- ¿Por qué huyes de mi?- quiso saber sin darle una posible escapatoria.
- No huyo de ti...- contestó seca mirando para otro lugar- déjame pasar Matthew, tengo que trabajar...
Aunque era una mentira muy
poco creíble siguió manteniendo esa postura distante. No quería
tener problemas ni malos rollos con uno de los miembros de su
orquesta, aunque el pianista mucho papel protagonista no tenía, y
precisamente sabía que debía hacer un milagro. Su obra debía
tener un solo de piano, violín, oboe y celo, además de una solita
soprano. Cómo lo iba a conseguir, si dos de los músicos
significaban tanto para ellos y los otros tres no significaban nada
para ella. Suspiró resignada y le miró a los ojos, en el reflejo de
ellos encontró que a Matthew le dolía tanto como a ella esa
situación, pero no iba a permitir que se le escapara una vez más...
- No me hagas esto por favor...- pidió sin apartar la vista de el, y deseando que éste se sintiera cohibido y la dejara en paz.
- ...no te alejes de mi, entonces.
Su petición era clara, fácil
de cumplir y sin ninguna intención de por medio. Matthew siempre
había sido muy simple, sencillo y directo. Se conocieron en un
campamento musical cuando eran adolescentes, ella no debía tener más
de quince años y el comenzaba los veinte. Al igual que en ese
momento, les había tocado compartir escenario, pero esa vez los dos
tocaban el piano, y aun Elena no se había decantado por la
composición y dirección. Tuvieron que tocar juntos durante bastante
tiempo, respirar igual, pensar igual... casi de forma involuntaria se
habían vuelto una misma persona, y gracias a eso, tres años después
coincidieron en un seminario en Alemania, dónde comenzaron una
bonita relación, que terminó dos años después por motivos
académicos y diferencias ideológicas. Pero aún así, después de
todo la estima seguía estando...
El presionando sobre ella
estuvo un rato, hasta que la puerta intentó abrirse y tuvieron que
abandonar la presión, incómoda se sentó en su silla mientras
Matthew tan sólo la miraba, esperando a que contestara a la pregunta
que le había hecho, aunque en cierto modo sabía que ella no lo iba
a hacer. El nuevo integrante de la sala era Taisuke, al igual que los
otros días lucia algo triste, cansado y como si dos grandes rocas
estuvieran sobre sus hombros. Toda su atención pasó de Matthew a
Taisuke, y cualquier cosa que hubiera estado hablando con el
anteriormente perdió totalmente significado.
- Buenos días...- sonrió con delicadeza y se sentó a su lado, observó los folios en blanco y le acarició la cabeza- no te esfuerces demasiado ¿vale? Solo es una obra más.
- Pero...- estaba apunto de replicar cuando le silencio colocando su dedo índice sobre sus labios.
- Solo disfruta de la música.
Unos minutos después todos
los músicos comenzaron a llenar la sala, y cada uno daba una idea,
mientras Elena las ponía en la pizarra que tenían, luego hacían
una selección de éstas y tachaban las demás. Al finalizar las ocho
horas de preparación, todo seguía exactamente igual que como
comenzó, por lo menos para ella. Tanto Matthew como Taisuke y los
otros dos, tenían una pieza asignada además de la composición, por
lo que podían dedicar su tiempo a estudiar esas piezas, pero ella
tan sólo debía concentrarse en eso, además de pensar como
dirigirla y controlar a una horda de músicos con ideales de
sobresalir. Uno de los grandes problemas que habían en éstos
festivales, era que posibles directores de orquestas comprobarían el
talento de los músicos y pillaros para sus orquestas, lo que por
ende, hacía que todos quisieran sobresalir y pisotear a los demás,
y ella debía dominar eso.
Miró el cielo que comenzaba
a oscurecer cuando decidió abandonar la Ópera, no era bueno
quedarse hasta tarde, después de todo tenía que esperar la llamada
de su familia y revisar correos. Limpió la sala, la pizarra y guardó
todos los instrumentos en una esquina, apagó las luces y salió.
Fuera apoyado en una de las columnas le esperaba Taisuke, estaba
abrigado con un abrigo de color gris, una bufanda verde musgo y su
cabello despeinado por el viento, ella sonrió...
- ¿Llevas esperando mucho?- se acercó a el y entrelazaron sus manos.
- Dependiendo lo que signifique mucho para ti...- sonríe divertido mientras comienzan a caminar.
- No me rebotes la pregunta a mi...- contestó hinchando los mofletes disgustadamente divertida.
Y así transcurrió la
primera semana. Entraba, tenía unas palabras tensas con Matthew,
luchaba para encontrar la música en ellos y por la tarde-noche, un
paseo agradable con Taisuke. Realmente no podía quejarse, puesto que
en todos los lugares la trataban bien, y Serguei no le metía
presión, aunque en cierto modo sabía que debía darse prisa, una
obra con ambiciones tan grandes como la suya, en una semana era
prácticamente imposible de componer...
A medida que iba pasando los
días y las semanas, el rumor creciente que sería la última
actuación de dos músicos inminentes poco a poco iba creando
malestar en la sala. Uno de ellos sabía que era Taisuke, ya que
había visto el documental y en cierto modo, durante todo ese tiempo
aunque fuera de manera escasa había sacado explicaciones propias de
el. Y ninguna de ellas parecía del todo razonables, incluso para
ella que, su vida giraba en torno a ella y se debía ganar la comida
con eso. La otra persona era totalmente un misterio, pero pronto se
enteró...
- Ashley...¿Tú también te retiras?¿Por qué?- se le calló el vaso de agua, y se mojó toda la mesa.
- ¿Es que no lees las noticias Elena?- la miró divertida y le pasó un trapo para que limpiara el desastre.
- ¿Crees que tengo tiempo de eso?- bufó mientras veía si su plato de rissoto no se había llenado de agua.
La famosa Soprano Ashley
Greene, había ganado el premio joven a la mejor soprano de
Inglaterra, además de recibido clases con figuras eminentes, e
incluso cantando al lado de Andrea Bocceli o haciendo coros a
Pavaroti. A pesar de su corta edad había superado a muchos coros
profesionales, y viajando más de lo que todos los miembros del
restaurante lo habían hecho.
Al enterarse que su
composición tendría que ser aún más solemne se perdió en sus
pensamientos, y se olvidó preguntar lo más importante. ¿Por qué?
De eso se acordó ya tirada en la cama de su hotel, tapada con los
edredones y con la televisión encendida, buscó un canal de noticias
musicales y milagrosamente encontró la noticia. Un reportero gordo,
feo y gangoso explicaba que dentro de las próximas semanas se
celebraba el Festival Musical Joven, en fotos pequeños ponían los
músicos importantes, y entre ellos una foto de ella, dirigiendo una
orquesta infantil, después de Taisuke, Matthew, Ashley y Joe.
Explicaba con parsimonia una breve biografía y cuando se paró en
Taisuke y Ashley el ambiente cambió totalmente. Casi con horror
Elena comprobó que El Conservatorio Greene y El Conservatorio
Fujigaya se habían unido y mezclado sus escuelas para una mejor
educación musical...
- ¿Qué significa...esto?
Apagó la tele, se vistió
tan rápido como pudo y abandonó el hotel, corrió por las calles
heladas y solitarias de Viena hasta llegar a un hotel mucho más
espectacular que el suyo, con más estrellas y más servicio, quiso
entrar pero no estaba segura como hacerlo. Eran las doce de la noche,
no era realmente una conocida de peso de Taisuke y mucho menos sabía
en qué habitación se hospedaba, y estaba cien por cien segura que a
menos que no diera información de peso el botón no le daría lo que
buscaba. Se quedó helada, con el corazón encogido y sintiéndose
sumamente traicionada...
- ¿Por qué?- preguntó al aire.
- ¿Y por qué no?
La voz aterciopelada de
Taisuke le invadió totalmente, giró sobre sus talones y ahí estaba
el, con ese habitual aspecto desolado y triste. Quiso gritarle,
arañarle toda la cara y llorar, soltar todo lo que en las últimas
semanas había estado conteniendo para no nublar su juicio, pero en
ese momento... ¿Qué más daba?
Si, se había enamorado de
aquel sujeto extraño, de su música y su talento, pero su destino
estaba muy alejado del suyo. El ya tenía un futuro hecho a su
medida, sin cables sueltos y sin imprecisiciones, sin improvisación.
- ¿Por qué?- volvió a preguntar.
Entre ellos y sus largos
paseos nocturnos, sus conversaciones musicales y sus constantes
ayudas se había formado un extraño vínculo, habían construido una
relación sin palabras ni etiquetas, pero había caído de las nubes
al comprender, que quizás para el, era una corchea más, antes de
llegar a una blanca, larga y duradera...
Debía componer una obra para
comenzar el principio de una nueva etapa y despedir a otra, pero...
¿Cómo lo haría si ella formaba parte del final?
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