Adagio: 2.Viena

Aparición especial: Matthew Davis (Alaric Saltzman/Crónicas Vampíricas).


  1. Viena:
El resto del vuelo fue tranquilo, no hubo más turbulencias y las azafatas habían terminado su trabajo en momentos de emergencias. Las luces estaban apagadas y echaban una película lo suficiente cursi, para crear ataques de caspa a cualquier persona con dos dedos de frente, por lo que la mayoría de pasajeros estaban durmiendo o distrayéndose con sus aparatos electrónicos o leyendo las revistas del mismo avión. Elena había intentado hacer todo lo que sus compañeros estaban haciendo, pero nada conseguía hacerla dejar de pensar en Taisuke; que dormido se apoyaba en su hombro. Su rostro no parecía feliz, tampoco que el sueño fuera reparador, parecía como si estuviera luchando con demonios interiores, y en cierto modo quería saber que le pasaba por la cabeza. Quería tener la confianza necesaria para poder pedirle que le hablara, que fuera sincero y honesto, pero sentía que aunque llevaran diez horas viajando juntos, lo que ella pedía, era mucho más profundo que contar a una desconocida de diez horas. Le acarició el cabello, intentando tranquilizarlo y olfateó el aroma a café y menta. Sonrió tiernamente y se propuso velar su sueño hasta que el avión hubiera aterrizado.



Las personas bajaban como si su vida dependiera de eso, se escuchaban alegres conversaciones y el arrastre de todas las maletas pasar sobre la rampa. Elena esperaba en la salida a que Taisuke sacara su equipaje y se uniera con ella, entrelazaron sus manos y caminaron hasta la terminal deseada; estuvieron esperando unos diez minutos a que sus maletas llegaran; la de ella era una maleta grande con flores de color azul y la de el una bolsa deportiva más grande que su maleta de color beish, en la parte delante de ésta había un emblema que le resultó familiar, pero no pudo distinguirlo totalmente. Quería preguntarle, pero era tan una insana curiosidad, por lo que sonrió y volvieron a caminar uno junto al otro, rozándose los brazos y escuchando conversaciones ajenas. A pesar de que su tiempo juntos había concluido sentía que no tenía que decirle adiós, por lo que cuando salieron del areopuerto sonrieron y cada uno tomó un taxi diferente.

Viena, la ciudad de la música. Madre de las artes escénicas y dónde se celebraban eventos musicales como granos de arroz. En España, a duras penas se celebraba algún festival y si lo hacían, tan sólo invitaban a personas famosas y con un currículum estupendo, aunque ella fuera una de las mejores, sabía que todavía no estaba en esa categoría superior.
Subida al taxi observó como las calles de Viena le iban dando las bienvenidas; arquitectura antigua, grandes edificios de colores claros, ventanales barrocos y un cielo totalmente azul. Las próximas fechas navideñas hacían que la ciudad estuviera decorada con colores rojos y blanco, llamando al espíritu de la navidad. Sonrió y desde su sitio tomó unas cuantas fotos, era la primera vez que viajaba ahí y el viaje de tantas horas no la había dejado agotada, por lo que le pidió al conductor que se detuviera dos calles antes de su hotel para caminar por la ciudad.

Ya era oscuro y el frío la golpeaba con fuerza cuando se detuvo delante de una tienda de aparatos electrónicos; en una pantalla plana de unos 300 euros estaban dando un documental, en éste hablaban sobre los artistas musicales clásicos, donde destacaban Karina West, una soprano Alemana, Toni Velazques, un celista profesional de España y como último Taisuke Fujigaya, el hijo de Tamao Fujigaya, el mayor Luthier y director de orquesta de toda Asia. El apellido Fujigaya era conocido por celebrar conciertos sinfónico-corales,además de ofrecer su Conservatorio para eventos mundiales. El primogénito de la familia Taisuke, iba a heredar la orquesta y todos los negocios, además de terminar su formación como Luthier y comenzar una vida diferente a la que llevaba desde entonces. Después que la comentarista explicara un poco la biografía de cada uno, se detuvo en mostrar pequeños fragmentos de cada concierto de ellos. Elena entró a la tienda, se arrodilló junto a una tele e ignoró a un dependiente que la miraba entusiasmado. El documental estaba en Inglés y subtitulado al Alemán, por lo que podía entender prácticamente todo lo que decían. Como músico semi-profesional su familia le había sugerido aprender tres idiomas fundamentales: Italiano, Alemán e Inglés, para poder moverse en los ambientes más selectos musicalmente, por ese motivo había logrado entender a Taisuke en el avión y la mayoría de lo que decía el documental, pero estando afuera no podía escuchar con total precisión, por lo que agachada y observando la pantalla esperó a que la parte donde salía con el comenzara: Vestía un traje negro, con el cabello marrón atado en una coleta con lazo, su rostro serio y sin esbozar una sonrisa. A su lado habían dos sillas, una con un violín y otra con un oboe. Primero cogió el Oboe, con letras en negro ponía que era un Concierto k314 para Oboe de Mozart, el primer movimiento. El piano de acompañante tocaba alegre, pícaro y el momento que el entró, a pesar de que la pieza era alegre, movida y feliz, lo que salía de la campana era totalmente anticlimático... triste, doloroso. Elena temió que se echara a llorar en cualquier momento, dañando el recital. A diferencia de el se echo a llorar, gimoteaba mientras el dependiente revoloteaba a su alrededor preocupado. Supo que debía llegar a su hotel, porque se avecinaba una llantina que no podría controlar. Se despidió del hombre amable y llegó al hotel. Sabía que era uno de lujo, pero aún tenía los ojos llenos de lágrimas y no apreciaba ningún detalle, hizo el check in en la recepción y la condujeron a una habitación. Tiró las maletas y se acostó en la cama, entrando a un sueño totalmente intranquilo pero profundo.

La Ópera Estatal de Viena se alzaba magestuosa delante de sus ojos, el alargado edificio con sus grandes ventanales y columnas. Tan sólo pensar que estaría durante un largo mes trabajando ahí le hacía erizarse cada pequeño bello de su cuerpo. La emoción que sentía era tan grande que al levantarse no pudo desayunar, por consiguiente sus tripas rugían de forma ensordecedora, para su suerte nadie estaba ahí para burlarse de ella.

  • Deberías comer, sería bastante incómodo que se escuchara ese concierto durante la reunión... ¿no crees?- comentó una impertinente voz a su lado.
  • ¿Y a usted que...?- su voz se cortó a pesar de que sus labios seguían moviéndose cuando vio a Taisuke Fujigaya, sonriendo de forma tranquila y mirándola.- Oh...

Como había hecho durante el día anterior, sin avisarle ni nada sujetó su mano y la arrastró hasta una pequeña cafetería, pidió en un perfecto alemán dos cafés con leche y croissant, un desayuno para nada Austríaco como tenía ganas de comer, pero no se quejó.
El café era espumoso, la leche estaba tibia y el olor a canela y miel mezclado hacía que esa bebida caliente, fuera casi como un orgasmo. El croissant estaba recién hecho, caliente y tan tierno que se rompía entre sus dedos. Más hambrienta de lo que pensaba lo devoró todo, y cuando se quedó sin vio como con disimulo el le cedía su plato, con el croissant intacto. Avergonzada lo aceptó y se lo comió con gusto.

  • Debes pensar que soy una gorda...- murmuró limpiándose la boca.
  • Pienso muchas cosas de ti...- rió mirándola- pero gorda, no sería una de ellas.
  • Muy amable, señor Fujigaya. - sonrió pronunciando su apellido.
  • Oh... ya veo. - su tono suave sonó casi como un susurro y su mirada paso de sus ojos a su café casi vacío. La aura de tristeza le volvió e involuntariamente le cogió la mano y le beso en el dorso de la mano. Quizás en otras circunstancias ese acto, venido de un hombre era algo adorable, pero venido de una mujer, era chocante.- ¿Qué?¿Has estado leyendo libros de época?- pregunto y le estrechaba la mano agradeciéndole.
  • Lo más reciente que he leído es como encender la ducha del hotel... En mi vida había visto una ducha con instrucciones. ¿Tu si?- sonrió.

No entraron a la Ópera hasta que la plaza comenzó a llenarse de más personas, la mayoría eran de músicos reconocidos, otros ameteurs y la otra cantidad turistas curiosos por la aglomeración de personas. Taisuke pagó el desayuno y como solían hacer, entrelazaron sus manos y entraron a la gran sala de reuniones. Nadie reparó en ellos, algo que agradecieron profundamente. Discretamente se sentaron en unas sillas alejadas del tumulto y comentaron divertidos los defectos de cada músico. Taisuke era verdaderamente muy tenaz, sus críticas eran duras pero honestas, y cada vez que alguien que pasaba lo reconocía, sonreía y apreciaba el comentario que le hacían. En la media hora de espera, esa escena se repitió más de cinco veces, y cuando no pasaba nadie, alguna persona afinaba su instrumento. Algo realmente incómodo e inadecuado, la primera reunión eran sin instrumentos o por lo menos eso había pensado ella.

  • ¡Gracias por venir! - gritó una voz en la entrada de la puerta. Todos se giraron y comprobaron alegremente que el Maestro Serguei Domitrovak era quien se encargaba de la recepción.

Su bienvenida fue tan escueta como la prepotencia que mostraban sus movimientos o su ingenio para la música. Explicó en breves palabras que el Festival estaría compuesto de tres partes y que cada uno de los invitados formarían parte de éste. Fue diciendo nombres y cuando llegaba a un número de personas explicaba lo que harían cada uno. Poco a poco la sala se fue vaciando, hasta quedar solo cinco personas y dos eran ellos.

  • ¡Oh dios!- gimió al reconocer una cara familiar y ocultarte en el asiento junto a Taisuke.
  • ¿Qué ocurre?- preguntó divertido- ¿De quien te escondes?
  • Matt Davis...- murmura mirando a un hombre de edad avanzada, de cara alargada con barbita de pocos días y cabello corto marrón.
  • ¡Ah! Matthew...- reconoció al hombre- es el mejor pianista de los momentos. ¿Qué ocurre con el?
  • Una larga historia...- bufo rendida al ver que se acercaba a ellos.

Antes de que pudieran comenzar una conversación los tres, Serguei habló con voz serie y algo preocupada...

Estaban los cincos anteriores, en un salón con los instrumentos de cada uno y en una mesa grandes cantidades de folios con pentagrama, lápiz y goma. El mensaje era muy claro, por si la explicación anterior no lo hubiera sido. Elena bufó y se dejó caer en la silla, se ató el cabello en un moño alto y miró a las cuatro personas que esperaban órdenes.

  • Muéstrenme lo que saben...


Y cada uno comenzó a tocar. 

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