Menos que palabras: Capítulo 8- Torbellino.
8- Torbellino:
El sol hacía rato que
estaba en lo alto del cielo, sus rayos habían iluminado totalmente
la habitación del hotel y más de una vez un golpe de nudillos les
habían alertado que la hora de levantarse había llegado. Pero aún
así, seguían acostados en la cama, observándo las facciones del
otro, acariciando sus labios y besando cada parte que el roce del
dedo dejaba. Ninguno tenía prisa, pero sabían que debían comenzar
a moverse, aunque ello significara alejarse y no saber cuando verse
otra vez.
La salida de las
mujeres de la limpieza estaban a la vista de todos, por lo que Kath
pudo encontrarlas y deslizarse por ellas hasta llegar a la parte
trasera del hotel. Aunque le hubiera gustado poder despedirse en
otras condiciones, no podía relantizar más su estancia con el, los
dos tenían mucho trabajo y nada saldría bien si ella estaba por
medio, por lo menos con esa cara de mujer enamorada. Se cerró la
chaqueta hasta la barbilla y salió a la fría mañana. Casi sin
darse cuenta llegó a la avenida principal y como el día anterior,
estaba repleto de fan con grandes carteles y esperando la salida de
las estrellas y poder verlos. Kath sonrió para sus adentros y buscó
el coche que había estacionado la noche atrás. Al alejarse y sentir
que el barullo de las fan iban disminuyendo, escuchaba como si
alguien le siguiera no a muchos metros de distancia. No se paro hasta
estar lo suficiente lejos de toda la zona marítima y bastante cerca
de su coche...
- ¿Qué queréis?- preguntó al observar a tres chicas que no dejaban de mirarla con los ojos entrecerrados y analizando cada uno de sus atuendos de chico.
- Eres una mujer...- afirmó una de ellas. Intuyó por el tono de voz que era la líder del grupo, y quizás la que tenía más fuerza de las otras dos.
- Una observación muy acertada...- rió con diversión a su comentario- ¿Y qué ocurre con eso?- volvió a preguntar esperando un poco más de información.
Ninguna de las tres
siguió hablando después de que ella interviniera con la segunda
pregunta, tan sólo se le quedaron mirando, como si al hacerlo todas
sus preguntas se fueran a resolver por arte de magia. Ante el
silencio y las ganas de alejarse del hotel, emprendió la marcha y
éstas la seguían sin decir palabras.
No entendió porque
pero las invitó a subir al coche y a tomar un café en su casa. Por
lo que cuando su padre se levantó por la mañana y las vio a las
cuatro en la cocina no supo que decir, pero tampoco estaba del todo
convencido que esas visitas fueran del todo recomendables. Después
de todo, la identidad de Kath como mujer debía ser un secreto y
cualquier amiga de ella tenía vetada la entrada en su casa hasta que
los chicos del grupo abandonaran la isla, así que la presencia de
esas chicas era totalmente cuestionable.
Al caer la noche y
aproximarse la hora del concierto, Kath había descubierto los
nombres y aficiones de las chicas, aunque tampoco era muy difícil
averiguarlo, teniendo en cuenta que cada una llevaba una cinta en la
cabeza con el nombre de alguno de los miembros de Kis-My-Ft2. La
chica que la habló se llamaba Lucía, tenía veinte años y
estudiaba traducción, además de ser una de las administradoras del
mejor blog de internet sobre el grupo. La más tímida, pero quizás
la más entregada se llamaba Carolina, y estudiaba psicología en
madrid, también otra administradora y la última Romina, y estaba
trabajando como periodista en una pequeña empresa, y la
administradora que quedaba. Las tres se habían levantado bien
temprano el día anterior para poder sacar las mejores noticias del
grupo, cuando la vieron a ella, mirar a Taisuke con algo que ninguna
de las otras fan tenían. Al principio quisieron olvidar aquello,
pero cuando la volvieron a ver por la noche supieron que Kath era una
fuente de información, por lo que esperaron hasta que ella saliera
del hotel...
- Vaya, así que...¿sois mis acosadoras?- preguntó totalmente divertida y algo alagada- Realmente no les puedo dar más información de la que ya sabéis...- comenta mientras prepara las cosas para marcharse.
- Pero tu y Taisuke...- habló Carolina con timidez. Kath le miró con tristeza y sonrió.
- Es un secreto... ¿vale?- se puso el dedo en los labios simulando silencio, para evitar que le hicieran hablar más.
Aunque habían pasado
más de diez horas desde que había estado con Taisuke, aún sentía
sus manos sobre su cuerpo, su voz susurrándole que le quería al
oído y el rostro triste cuando se despidieron en el hotel. Sabía
que debía ser fuerte y obviar todos aquellos recuerdos que tan solo
le nublarían la mente, que por mucho que quisiera impedirlos seguían
apareciendo uno tras de otros a cada paso que se acercaban al palma-
arena, lugar donde se celebraba el concierto.
Todo el aparcamiento
estaba arrebatado de personas, las luces iluminaban totalmente todo
el hipódromo y los ruidos de la multitud dejaban muy claro que las
entradas estaban apunto de terminarse. Las cuatro chicas lograron
encontrar un parking entre los demás coches y aparcaron, cuando
llegaron a la entrada sus caminos se dividieron. Lucía le deseó
ánimo con los puños cerrados y ella sonrió.
Aunque no tenía
muchos conocimientos de organización de eventos o de traductora
legal, todos los trabajadores del palma-arena le pedían
instrucciones y recomendaciones, a los que ella daba sin saber muy
bien como. Para cuando llegó a los camerinos la mayoría de los
chicos habían desaparecido, tan sólo quedaba Yooko; el mejor amigo
de Taisuke y quizás uno de los únicos miembros que podría saber
más de lo que debería. Al reconocerse los dos sonrieron y el hizo
una leve reverencia con la cabeza mientras terminaba de arreglarse la
manga del traje, después salió del camerino y antes de marcharse le
susurró algo en japonés. El mensaje era claro, conciso y sumamente
escueto, por lo que no tuvo que pensar mucho para que su cerebro
entendiera el japonés y lo tradujera al español. En el momento que
el cerebro captó la información sus músculos se movieron por si
solos y la llevaron al otro lado del pasillo, bajando las escaleras y
llegando a una especie de almacén...
- No sabría si vendrías...- sonrió al verla bajar azorada y con las mejillas encendidas.
- ¿Por qué lo dudabas?- preguntó algo ofendida acercándose a el.
- La vigilancia, ya sabes...- susurró hundiendo los hombros y sonriendo avergonzado.
El rostro de Taisuke
se mostraba serio y con aquel esmoquin negro parecía que todo lo que
saliera de su boda fueran malas noticias. Y en cierto modo Kath
presentía que lo eran, no fue normal el mensaje de Yooko, y tampoco
las circunstancias en las que se dieron. Parecía como si todo lo que
había sucedido en un momento hubiera sido preparado de forma
totalmente expontánea, y que nada estaba del todo seguro. Pero aún
así, estaba segura que fuera lo que fuera lo que le dijera Taisuke
no podría ser absolutamente nada bueno para los dos...
Cuando estuvieron lo
suficiente cerca para verse, le sujetó la mano a Kath y le colocó
un anillo en el dedo; uno grande y en forma de herradura. Sin
entender aquel regalo le miró y al ver su rostro compugido lo
entendió...
- ¿Cuanto te vas?- intentó que su voz no temblara, pero fue en vano.
- El sábado, al parecer las entradas se agotaron en un solo día... y no tenemos presupuesto suficiente para costear otro escenario...-murmuró molesto.
- Pero...- tartamudeo- ¡eso es mañana!- gimió.
A partir de ese
momento todo comenzó a pasar de forma extrañamente lenta pero al
mismo momento horriblemente rápido. Kath pudo ver a cámara lenta
como Taisuke le besaba, le decía que la quería y se alejaba de ella
con un nudo en la garganta, después de eso el concierto pasó
volando, las canciones parecían una cinta echada para delante y
aunque la música era preciosa y resonaba en su pecho no la pudo
disfrutar, no pasando tan deprisa.
El tiempo se normalizó
cuando llegó a su casa totalmente trastornada, sin saber que pensar
o como actuar, al poner la cabeza en la almohada todo volvió a
ocurrir rápido, y una vez más y sin ser consciente se encontraba
otra vez en el areopuerto, viendo alejándose a Taisuke una vez más,
pero esa vez todo era totalmente diferente, incluso más doloroso que
la otra vez...
Ahora sabía que su
pequeña estrella podría brillar en su isla, que podría volver pero
al mismo tiempo, sentía que esa despedida sería un funeral para su
relación... no hubo ni una mirada, ni una caricia ni palabras... si
no fuera por el pesado anillo que tenía en el dedo, hubiera jurado
que Taisuke Fujigaya jamás había pasado por la isla...
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