Menos que palabras: Capítulo 7
- Momentos:
A pesar que hacía frío,
las puertas de la terraza estaban abiertas de par en par, las
cortinas batían fuertemente con la brisa invernal mientras ella tan
solo observaba la oscura noche, esperando que la puerta de la
habitación se abriera y el entrara como tantas veces en el pasado...
aunque sabía que si el entraba nada sería como antes.
Las instrucciones habían
sido claras desde el momento que el manager de Taisuke había hablado
con la familia de Kath. Debían ir a recibirlo, estrecharle la mano y
desearle un feliz concierto, después marcharían nuevamente a casa y
fingirían que todo estaba en orden hasta el día de la entrevista.
Así debía ser, y así lo sabía ella... pero seguía teniendo la
esperanzas que el apareciera por la casa, que rompiera un poco las
normas por ella, y que se vieran una vez más, que por lo menos, la
pudiera ver como una mujer y no como el algo que se había
transformado.
Escondió la cabeza
entre sus rodillas y tembló cuando la brisa helada le rozó los
brazos, gimoteó antes de romper a llorar, sabiendo que por mucho que
esperara, el no vendría, lo había estado sabiendo durante todo el
día, pero aquella ilusión de niña inocente aún le hacía mantener
viva la esperanza, por lo que, aún esperanzada lloró en silencio
hasta quedarse totalmente dormida...
Una agenda marrón y
algo maltrecha estaba en la mesa de la cocina, en todas las páginas
habían caracteres japones, menos en las últimas seis que escritos
en un español un tanto primitivo ponían las ordenes del día, a
partir del momento en que Kath la había abierto. Su hermano y padre,
estaban sentados al lado de ella, mirándola esperando a que dijera
algún comentario melancólico o esperanzador, pero tan sólo leyó
las páginas en silencio mientras bebía su café... Aunque la idea
de ver a Taisuke le llenaba el alma, sabía que no debía tener
esperanzas, había una gran posibilidad que no lo hiciera, porque
después de todo el era una estrella, que había bajado del cielo en
calidad especial, y su pase para acercarse a el, tan sólo estaba
permitido como Carel Llinares, por lo que cualquier comentario
amoroso o cualquier gesto aunque fuera una sonrisa, podrían
comprometer su identidad y arruinar la imagen de el, por lo que
tampoco quería alegrarse más de lo que fuera necesario.
Cerró la agenda al
terminarla de leer y con voz neutra le comentó el plan del día a su
familia; debían ir al hotel Riu, hace una rueda de prensa con los
periodistas japoneses, después una sesión de fotos y hablar un poco
sobre su situación, y por último y si el tiempo lo dejaba reunirse
con los miembros del grupo y hacer otra rueda de prensa. A cada
palabra que iba diciendo Kath, los ojos de sus parientes se iban
abriendo cada vez más, puesto que no tan sólo tenían una agenda
programada, sino unos diálogos que decir... todo estaba
milimétricamente programado, e incluso cuando sonreír o reir. Ella
no pudo evitar sonreír con amargura... Su felicidad se iba
transformar en su más horrenda pesadilla. ¿Aguantaría la ronda sin
poner de por medio sus verdaderos sentimientos?
La salida del hotel
estaba arrebatada de gente, la mayoría de ellas eran fans con
enormes pancartas y ichiwas (unos abanicos con el rostro de los
miembros del grupo), además gran parte de ellas gritaban los nombres
de todos, haciendo que la presencia en ese lugar fuera algo incomoda.
Ella y sus padres estaban esperando en una esquina en silencio, sin
llamar la atención cuando se dio cuenta, que no muy lejos de donde
se encontraban habían un grupo de gente mirándola con los ojos
entrecerrados, al principio tuvo la necesidad de mirarles mal, pero
luego comprendió que no podía ganarse la enemistad de las fans, y
mucho menos si éstas eran de la propia isla, realmente no lo sabia,
pero tampoco quería jugársela antes de verlo a el.
El sol se estaba
ocultando cuando salieron los seis, cada uno más abrigados que el
otro, con expresión cansada pero con una enorme sonrisa en el
rostro... Los ojos de Kath tan solo se pararon en Taisuke; le analizo
con cuidado intentando encontrar algo que le diera fuerzas a seguir
adelante, algo que le recompenzara el hecho de ocultar su identidad y
aguantar las ganas de salir corriendo y besarle toda la cara... pero
cuando más miraba, menos encontraba. Era como si el se hubiera
puesto una barrera que su corazón era incapaz de traspasar. Sintió
un vacío en el pecho cuando sus miradas se encontraron y tan sólo
encontraron dolor...
- Kath...- le avisó la voz ronca y suave de su padre, dándole un pequeño toque con el codo para que cambiara su expresión- aguanta pequeña.- le animó y agarró la mano con fuerza.
- Papa...-gimoteo y dibujó una forzada sonrisa, mientras unas cuantas lágrimas calientes le escapaban de los ojos.
Sus padres cogieron el
coche sobre las diez de la noche, pero ella se quedó en los
alrededores del hotel, cuando todas las tareas para ese día se
hicieron. Había sido una mañana complicada, una tarde agobiante y
la noche, comenzaba a ser algo agradable... a pesar de que hacía
frío, el viento marítimo hacia que la mente se le despejara y el
dolor fuera menos fuerte. Era plenamente consciente, que al quedarse
ahí tan sólo ocasionaría problemas, pero no podía regresar una
vez más a su casa, sin poder cruzar alguna palabra honesta con el,
sin poder tocarle aunque fuera un minuto... Sabía que las
probabilidades de que el saliera, eran tan escasas como le cayera un
maletín lleno de dinero, pero no podía irse una vez más así.
Las puerta de la entrada
principal se abrieron y cerraron cientos de veces, pero ninguna de
esas era Taisuke quien salía, tan solo personas con rostros cansados
o felices, gente ajena a su sufrimiento y mirándola como quien mira
a un vagabundo. Realmente no le importaba, sabía que no llamaba la
atención más de lo que podría hacerlo cualquier otra persona; los
pantalones negros de pana y la americana marrón era lo más elegante
y discreto que había logrado encontrar en el armario de su hermano,
por lo que estaba satisfecha de su apariencia... aunque no estaba
feliz del motivo de llevarlo. Aunque tenía una maleta con un vestido
en el coche, no se escondió para cambiarse, estaba tentada de poder
recibirlo vestida así, pero la posibilidad era tan escasa como antes
de que saliera, por eso, cuando la puerta se volvió a abrir no
esperaba a que fuera el; levantó la vista del suelo y miró a la
dirección para encontrarse a un Taisuke algo acalorado saliendo con
tan sólo una camisa de lino blanca y unos vaqueros marrones algo
rascados...
- ¿Kath? - la llama cuando la ve apoyada en la pared mirándolo sorprendida.
- S-si...- tartamudea mientras se separa y camina hacia el con pasos lentos.
Fueron dos segundos los
que les separo de que se dieran un fuerte y sentido abrazo. Ambos
pudieron comprobar la calidez del otro, sentir el latido del corazón
acelerado, la fragancia y como reaccionaban sus cuerpos hacia la
presencia del otro. El reloj marcaba las doce cuando el salió, hora
donde las calles un lunes por la noche estaban vacías, por lo que
aquel abrazo no ponía en peligro su relación, o eso pensaban los
dos. No muy lejos, el mismo grupo de chicas que habían mirado a Kath
horas antes estaban escondidas, observando la escena con el corazón
encogido...
- Te he echado tanto de menos...- le susurró al oído, mientras le acariciaba la cara y le apartaba las lágrimas que salían de sus ojos- perdón por tardar tanto en salir...- pidió perdón apoyando su frente en la de ella- perdón...
- No importa... estás aquí...- logró decir con la voz rota y rompiendo a llorar.
Nuevamente se fundieron
en un cálido y fuerte abrazado, haciendo que las observadoras se
sintieran incómodas por intervenir en aquella escena tan tierna.
Taisuke y Kath estuvieron un rato pegados el uno del otro, delante de
la puerta del hotel, hasta que el frío les hizo tener consciente de
la congelación de sus cuerpos y tan sólo con una mirada de
entendimiento entraron al hotel...
Los pasillos estaban
vacíos, en la recepción tan solo estaba un hombre algo dormido
observando la pantalla del ordenador y un guardia de seguridad
demasiado concentrado leyendo una revista para percatarse de que los
dos cruzaban el pasillo y entraban a los ascensores. Siguieron
caminando en silencio, cogido de las manos heladas hasta llegar a la
habitación de el, cerraron la puerta y como solían hacer tiempo
atrás se acostaron en la cama cara contra cara mientras sus manos
acariciabas la superficie de la cara del otro...
- Te quiero...-susurró antes de darle el beso que había estado deseando darle desde que le vio atravesar la puerta de la terminal.
Quizás fue un capricho
del destino aquella noche; momento en que se fundieron en un
apasionado beso, mientras su manos recorrían cada pequeña cavidad
del cuerpo del otro, mientras sus sentidos respondían a los
estímulos del otro. Se consumieron poco a poco entre cálidas
caricias, apasionados besos y tiernas palabras, hasta que el
cansancio de la ausencia cubrió su cuerpo y alma y cayeron rendidos
uno al lado del otro, entrando en un sueño inquieto pero que ninguno
de los dos quería despertar.
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